/ domingo 14 de julio de 2024

Miguel A. Sotelo González / Suspensión de la Incredulidad

Quienes gustan del cine de ficción en cualquiera de sus géneros acción, suspenso, romance, terror o de la literatura fantástica, saben que la condición que exige para poder disfrutarlo es la suspensión del sentido crítico, ignorando ciertos hechos, datos, con el propósito de hacer verosímil el relato irreal y de esta forma involucrarnos en la ficción, es decir, debemos poner en suspenso nuestra incredulidad.

Sería chocante acudir al cine solo para llevar a la oscuridad de las salas nuestras convicciones cotidianas, sin dejarnos llevar por la trama. Cuando vamos al cine, la mayoría de nosotros lo hacemos dispuestos a conceder la posibilidad de los viajes en el tiempo, aunque la paradoja del abuelo nos indique que es imposible, pero también damos credulidad a la existencia de orcos, elfos, criaturas sobrenaturales y extraterrestres.

Una vez que cae el telón o llegamos al fin de la historia, recobramos nuestras habituales convicciones sobre el mundo y su funcionamiento ordinario, esto nos permite funcionar e interactuar con nuestros semejantes de manera pacífica y normal.

Pero imaginemos qué pasaría si no bajáramos el swicht de la suspensión de la incredulidad y siguiéramos en modo crédulo de cualquier relato de ficción, que perdiéramos el escepticismo respecto a las más descabelladas de las narraciones, se crearía una grieta en la conciencia, una psicosis social, porque el mundo seguiría siendo tal y como es, pero nosotros viviríamos encerrados en el mundo de ficción en el que ilusoriamente habitamos y el cual nos negamos a desalojar.

Serían entendible nuestra negativa a abandonar el mundo de ficción, en el no hace frío ni calor, es templado, no sentimos hambre, si estamos dispuestos a sentir angustia o miedo solo es porque ya sabemos que es un medio para alcanzar un placer supremo posterior, en ningún caso existe zozobra porque de antemano manejamos la dirección de la ficción a nuestra conveniencia, porque precisamente para eso es la ficción y no para otra cosa.

Pero qué pasaría si unos bajan el swicht de la suspensión de la incredulidad y otros no, el choque entre ellos sería inevitable, imaginemos que los que permanezcan en la ficción lo hagan dentro de una novela romántica, sus egos convencidos de la excelencia de sus convicciones querrían imponer sus certezas sobre aquellos que no han alcanzado la iluminación de la revelación, lo que en automático convertiría la narración en un nuevo género de ficción futurista y distopica, porque finalmente para la ciencia ficción la realidad es plástica y se puede moldear sin más límite que nuestra propia imaginación.

Afortunadamente esta condición solo la padecen los cinéfilos y bibliófilos y no los políticos, porque sería algo muy grave.

Sotelo27@me.com

Quienes gustan del cine de ficción en cualquiera de sus géneros acción, suspenso, romance, terror o de la literatura fantástica, saben que la condición que exige para poder disfrutarlo es la suspensión del sentido crítico, ignorando ciertos hechos, datos, con el propósito de hacer verosímil el relato irreal y de esta forma involucrarnos en la ficción, es decir, debemos poner en suspenso nuestra incredulidad.

Sería chocante acudir al cine solo para llevar a la oscuridad de las salas nuestras convicciones cotidianas, sin dejarnos llevar por la trama. Cuando vamos al cine, la mayoría de nosotros lo hacemos dispuestos a conceder la posibilidad de los viajes en el tiempo, aunque la paradoja del abuelo nos indique que es imposible, pero también damos credulidad a la existencia de orcos, elfos, criaturas sobrenaturales y extraterrestres.

Una vez que cae el telón o llegamos al fin de la historia, recobramos nuestras habituales convicciones sobre el mundo y su funcionamiento ordinario, esto nos permite funcionar e interactuar con nuestros semejantes de manera pacífica y normal.

Pero imaginemos qué pasaría si no bajáramos el swicht de la suspensión de la incredulidad y siguiéramos en modo crédulo de cualquier relato de ficción, que perdiéramos el escepticismo respecto a las más descabelladas de las narraciones, se crearía una grieta en la conciencia, una psicosis social, porque el mundo seguiría siendo tal y como es, pero nosotros viviríamos encerrados en el mundo de ficción en el que ilusoriamente habitamos y el cual nos negamos a desalojar.

Serían entendible nuestra negativa a abandonar el mundo de ficción, en el no hace frío ni calor, es templado, no sentimos hambre, si estamos dispuestos a sentir angustia o miedo solo es porque ya sabemos que es un medio para alcanzar un placer supremo posterior, en ningún caso existe zozobra porque de antemano manejamos la dirección de la ficción a nuestra conveniencia, porque precisamente para eso es la ficción y no para otra cosa.

Pero qué pasaría si unos bajan el swicht de la suspensión de la incredulidad y otros no, el choque entre ellos sería inevitable, imaginemos que los que permanezcan en la ficción lo hagan dentro de una novela romántica, sus egos convencidos de la excelencia de sus convicciones querrían imponer sus certezas sobre aquellos que no han alcanzado la iluminación de la revelación, lo que en automático convertiría la narración en un nuevo género de ficción futurista y distopica, porque finalmente para la ciencia ficción la realidad es plástica y se puede moldear sin más límite que nuestra propia imaginación.

Afortunadamente esta condición solo la padecen los cinéfilos y bibliófilos y no los políticos, porque sería algo muy grave.

Sotelo27@me.com