/ martes 18 de diciembre de 2018

Los mismos perros que pelean un hueso, cuando no lo tienen juegan juntos

Se gana y se pierde y, a los multi orientados como yo (Real Madrid, América, Monterrey), difícilmente seremos afectados por tres dolores

He sufrido la difícil transición que encara actualmente al Real Madrid, he resentido la caída del Monterrey ante unos bravos Pumas, pero el América ha emergido para aminorar mi malestar, que no es mucho, ya que mi espíritu competitivo me dice que no siempre se puede ganar y, que cuando hay entrega plena, es suficiente como para que nuestra conciencia esté tranquila y, podamos así brindar un reconocimiento al mérito de aquellos que nos han derrotado. Perder cayendo con la frente en alto, se constituye en una derrota con más dignidad que algunas victorias, negarle reconocimiento a los éxitos ajenos, es arrogancia y envidia.

Después de todo, para quienes estamos pendientes de que las expectativas generadas por los discursos de López Obrador sean cumplidas, en determinado momento esa problemática se ve opacada por el balompié, porque el aficionado es capaz de olvidar por momentos lo que pasa a su alrededor, debido a que es una forma de fuga de las frustraciones. En ocasiones los seguidores van al estadio sin pensar si les alcanzará mañana el resto de su sueldo con tal de ver que gane su equipo favorito, porque el fanático del futbol se siente mejor después de esa victoria, porque este deporte proporciona placer y desahoga todas sus frustraciones. Hay muchos fans que contrario a mí, apuestan por un solo color centrándose en un solo enemigo, disfrutando de las múltiples oportunidades que tienen de verlos caer, asumiendo en esos momentos su inclinación por los colores que vengarán las ofensas recibidas de dicho enemigo. Errada aserción el considerar venganza a la derrota impuesta a los odiados colores, cuando su rival en turno no tenía intención de revancha alguna. A todo esto se le llama envidia y, tiene la característica de revertir en contra la espada que se esgrime, encontrándose pendientes de esto, los grupos aquellos que más que estar pendientes de los alcances del equipo al que le van, lo están por los resultados del que aborrecen.

Si oímos a los señores del micrófono, nos encontraremos que Patiño debe de ser destituido del cargo de director técnico, cuyo pecado no fue el no haber logrado avanzar al juego final, sino que cayó ante el odiado rival, de la misma manera que el Cruz Azul, que tiene tiempo que no solo no puede vencer a ese odiado rival, sino que no le puede anotar un gol, ahora que debía alegrar incluso a los que no son sus seguidores, cae derrotado ante ellos. Pero el colmo de estos amargados que no le van a nadie, es inmiscuir en la desgracia de ver coronarse al odioso, a los que ni siquiera tenían vela en el entierro, como es el caso del Guadalajara, que metido en la tarea de reencontrar su buen paso, ha de agigantar su fracaso ante los logros del odiado. No creo que a Vergara, Higuera ni a Mariano Varela, les quite el sueño que el América se haya coronado, ellos, sí son inteligentes como estoy seguro que lo son, están más preocupados por ver la forma de solucionar esa extraña condición de su equipo, que brinda primeros tiempos que prometen sellarse en la segunda parte con una goleada, para acabar siendo inexplicablemente derrotados. ¿Acaso estar pendientes de los alcances americanistas, va a ayudar a las Chivas a salir adelante? ¡NO! Los sabios del micrófono deberán encontrar en el sentido común, la forma de paliar su malsano odio sin utilizar su voz para envenenar a los que deben de ver por sí mismos.

Veo los juegos del Guadalajara y el América, desde que las Chivas eran conocidos como “los ya merito”, por una arraigada costumbre de perder los campeonatos en el último partido de la temporada, mientras que el América, era el dueño absoluto del penúltimo lugar de la tabla, hasta que en estas condiciones, el humilde América, penúltimo lugar de la tabla general, calificó para la final de la Copa México, que jugaría contra el “Ya merito” Guadalajara, la historia ya la conocen, en el primer tiempo, Guillermo Sepúlveda dejó a Lalo Palmer listo para el arrastre, pasándose de centro delantero a extremo derecho y, en la segunda parte Manuel Camacho, portero crema fue expulsado, pasando el inútil Palmer a cubrir la portería ya que, en aquel tiempo no se permitían los cambios, resultando que el juego terminó sin goles, yéndose a los once metros para dilucidar al campeón. Por aquel entonces, un solo jugador por equipo se encargaban de cobrar los tiros, Emilio Fizel anotó sus tres para América y Palmer atajó el segundo tiro de Rafa Rivera. Este juego de aparente desnivel en plantillas, fue sin embargo uno de los más peleados en la historia del futbol mexicano, al que no le bastaron los 130 minutos de acción, decidiéndose en penales. Al siguiente año, se repitió el enfrentamiento y, el América volvió a coronarse, cuando en la segunda parte, José Lamadrid filtró un pase a Manuel Cañibe quien anotó el único gol del juego. Este fue el asomo de una rivalidad que prevalece, confirmada por una frase de don Fernando Marcos, entrenador de los cremas después de una incidencia de triunfos cremas por 2-0. No venimos a Guadalajara a ganar, venimos a cambiar el número de llamada telefónica por el dos cero-dos cero-dos cero... Y se declaró la guerra.

Hasta pronto amigo.