La Organización Mundial de la Salud declaró en 1953 que el alcoholismo es una enfermedad física, mental y espiritual.
De las tres características de esta enfermedad la que más impacta a un borrachito es la mental. De inmediato la asocia con el psiquiátrico y con sus inquilinos. Piensa en un enfermo mental internado en ese hospital, se compara con él y rápidamente concluye que él no está loco. Su condición mental es mucho mejor que la del internado. Los inquilinos del psiquiátrico sí están verdaderamente locos y por eso están separados de la sociedad.
Sin embargo, no es necesario estar hospitalizado para padecer de cierto grado de locura. Si no, ¿cómo te explicas que estando borracho, llegues a tu casa y porque no encontraste a tu esposa te encorajines y destruyas los muebles de la sala y la pantalla que todavía estás pagando porque la sacaste a crédito a 12 meses y apenas han transcurrido dos?. ¿Cómo te explicas que al iniciar el curso escolar de tu hijo tenías que comprarle todo lo que necesitaba para regresar a clases y no le compraste los cuadernos, porque preferiste comprarte tus caguamas? Sin duda estas son manifestaciones de trastornos mentales que sugieren una rápida atención.
Otra característica de esta enfermedad es su progresividad. Nunca se detiene, siempre crece, nunca retrocede. Esa es la fuerza de la obsesión. Ni la mente más brillante tiene la fuerza de la obsesión de un enfermo alcohólico. Existe un conferencista portugués, radicado en México, que inicia sus participaciones diciendo: “Soy psiquiatra, soy jesuita, tengo tres doctorados y soy alcohólico”. Ni la psiquiatría, ni la religión, ni los doctorados pudieron vencer la obsesión por el alcohol de una mente brillante como la de este personaje.
El daño físico que causa esta enfermedad: la resaca, las lagunas mentales etc. son testimonio viviente en cada borrachito. El daño espiritual, ni lo toman en cuenta: lejos de Dios pero cerca del alcohol. No hay problema. Pero el daño ahí está y avanza.
Para rescatar a todo enfermo alcohólico de esta temible obsesión existe la comunidad de Alcohólicos Anónimos, cuyo Preámbulo establece lo siguiente: “Alcohólicos Anónimos es una comunidad de personas que comparten su mutua experiencia, fortaleza y esperanza para resolver su problema común y ayudar a otros a recuperarse del alcoholismo”. El último párrafo de este Preámbulo dice: “Nuestro objetivo primordial es mantenernos sobrios y ayudar a otros alcohólicos a alcanzar el estado de sobriedad”.
Esta organización lleva 89 años rescatando a enfermos alrededor del mundo. La herramienta más efectiva que utiliza es el mismo enfermo en proceso de recuperación. El borrachito activo tiene la oportunidad de observar con sus propios ojos a su compañero de parranda que ahora ya no toma y que lo invita a que haga lo mismo. Le ofrece en charola de plata la oportunidad que él aprovechó y que lo sacó de la esclavitud del alcoholismo.
¿Cómo funciona Alcohólicos Anónimos? De una manera muy sencilla. Su terapia está disponible para toda persona que sinceramente quiera dejar de beber alcohol en grupos establecidos en lugares estratégicos de todas las poblaciones de los 186 países en los que tiene presencia. Cada grupo tiene reuniones de dos horas de duración y son diariamente o cada tercer día. Los horarios de las reuniones son propios de cada grupo y responden a necesidades de sus agremiados.
En las reuniones terapéuticas se comparte la experiencia, fortaleza y esperanza de cada miembro y se reflexiona sobre el programa de los Doce Pasos, que es la esencia de la recuperación del enfermo alcohólico.
Si tú tienes el problema de la enfermedad del alcoholismo, la comunidad de AA te invita a que te acerques y pidas ayuda para que recuperes tu sobriedad.
Marca uno de los siguientes teléfonos: 833 2125634, 833 1055995 y 833 2289003.