/ sábado 22 de junio de 2024

Hablemos de tecnología / Prosumidores

En aquella granja no había libertad, cada oveja trabajaba conscientemente o no, de sol a sol, ¿y el pago?, era tan solo una fracción de la mucha comida que con su trabajo producía, no es Rebelión en la granja de George Orwell, es Internet en 2024.

Estimado lector, vivimos en un mundo donde la línea entre consumidores y productores se ha difuminado gracias a Internet. Cada clic, cada "me gusta" y cada comentario que hacemos en redes sociales alimenta un ecosistema digital donde las empresas se nutren de nuestra actividad para ofrecer productos y servicios personalizados. Esta dinámica, aunque aparentemente inofensiva, es comparable a las tiendas de raya de las viejas haciendas mexicanas, donde los trabajadores pagaban con su trabajo y compraban en las mismas tiendas del patrón. Hoy, pagamos con nuestros datos y nuestro tiempo -además de otras cosas que usted ni se imagina-.

Mercado Libre, por ejemplo, permite a los vendedores mejor calificados publicar videos cortos sobre sus productos, convirtiéndolos en una suerte de "vendedores influencers". No solo consumimos estos contenidos, sino que también los producimos, engordando la base de datos de la plataforma sin recibir una compensación justa. Este modelo se repite en numerosas plataformas, donde somos a la vez productores y consumidores, o prosumidores, un término acuñado por Alvin Toffler en su libro "La Tercera Ola".

Es común leer en varios sitios de Internet que “Si el servicio es gratis, tus datos son el producto”. Esta afirmación resalta una verdad incómoda: nuestra información es la moneda de cambio en la economía digital. Las empresas utilizan nuestros datos para perfeccionar sus estrategias de marketing, segmentando audiencias con una precisión que raya en la invasión de la privacidad. Un estudio de Pew Research ® revela que el 81% de los usuarios de Internet en USA sienten que tienen poco control sobre los datos que las empresas recopilan. Aunque estos datos sean de Estados Unidos, la realidad no es distinta en México.

Los algoritmos, esas fórmulas matemáticas que deciden qué vemos en nuestras pantallas, nos convierten en sujetos pasivos de un sistema que monitorea cada movimiento. “Nos han hecho creer que somos libres, cuando se controla más que nunca nuestro destino”, dice la investigadora R. Zafra. Los algoritmos no son malos, pero el problema radica en cómo se utilizan para moldear nuestro comportamiento de consumo. Somos nosotros quienes alimentamos estas herramientas a costa de nuestra privacidad, de nuestros datos, fotos, videos, notas de voz, hábitos de navegación, lugares que visitamos y ahora también de nuestras recomendaciones de tal o cual cosa.

El marketing relacional, que Theodore Levitt definió hace más de treinta años, se ha transformado en el entorno digital. Antes, un negocio se enfocaba en la satisfacción del cliente, ahora, la estrategia es identificar y fidelizar a los clientes mediante el análisis de sus datos y comportamientos en línea. Empresas como Starbucks o Facebook han sabido capitalizar esta tendencia, escuchando y empoderando a sus clientes-prosumidores para crear campañas más efectivas y personalizadas.

La recopilación de datos personales y su uso en publicidad personalizada, conocida como "behavioural advertising", añade un nivel de vulnerabilidad para el ciudadano. La geolocalización y el contexto de uso de dispositivos móviles permiten a las empresas entender no solo dónde estamos, sino también qué hacemos, qué nos gusta y cuándo es el mejor momento para ofrecer un producto. Así, sin más, ¿a traición?, como el hombre de “los troles” que llega a las puertas del colegio unos minutos antes de la salida. Esta invasión de privacidad exige que tomemos precauciones y demandemos una mayor protección de nuestros datos.

El futuro del consumo digital nos presenta retos importantes: cambiar de un entorno tecnológico a uno humanista, pasar de ser prosumidores a emirec (emisor/receptor), y transformar el pensamiento crítico en acción creativa. Este último es particularmente crucial. En un mundo donde nuestros datos son constantemente monitoreados, la capacidad de pensar críticamente y actuar creativamente nos permite resistir la manipulación y ofrecer nuevas perspectivas.

Estimado lector, el poder de cambiar esta dinámica está en nuestras manos. Ser conscientes de cómo nuestros datos son utilizados nos permite tomar decisiones informadas y proteger nuestra privacidad. La pró-xima vez que navegue por Internet, recuerde que cada clic cuenta, no solo para usted, sino para todo el sistema que lo rodea. Le voy a dejar un tip y me alejaré lentamente: AVG Secure VPN. ¡Gracias por su atención y cuídese siempre!.

“El poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente”.

George Orwell | Rebelión en la Granja

Facebook:

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tecnologia@lalodelatorre.com

En aquella granja no había libertad, cada oveja trabajaba conscientemente o no, de sol a sol, ¿y el pago?, era tan solo una fracción de la mucha comida que con su trabajo producía, no es Rebelión en la granja de George Orwell, es Internet en 2024.

Estimado lector, vivimos en un mundo donde la línea entre consumidores y productores se ha difuminado gracias a Internet. Cada clic, cada "me gusta" y cada comentario que hacemos en redes sociales alimenta un ecosistema digital donde las empresas se nutren de nuestra actividad para ofrecer productos y servicios personalizados. Esta dinámica, aunque aparentemente inofensiva, es comparable a las tiendas de raya de las viejas haciendas mexicanas, donde los trabajadores pagaban con su trabajo y compraban en las mismas tiendas del patrón. Hoy, pagamos con nuestros datos y nuestro tiempo -además de otras cosas que usted ni se imagina-.

Mercado Libre, por ejemplo, permite a los vendedores mejor calificados publicar videos cortos sobre sus productos, convirtiéndolos en una suerte de "vendedores influencers". No solo consumimos estos contenidos, sino que también los producimos, engordando la base de datos de la plataforma sin recibir una compensación justa. Este modelo se repite en numerosas plataformas, donde somos a la vez productores y consumidores, o prosumidores, un término acuñado por Alvin Toffler en su libro "La Tercera Ola".

Es común leer en varios sitios de Internet que “Si el servicio es gratis, tus datos son el producto”. Esta afirmación resalta una verdad incómoda: nuestra información es la moneda de cambio en la economía digital. Las empresas utilizan nuestros datos para perfeccionar sus estrategias de marketing, segmentando audiencias con una precisión que raya en la invasión de la privacidad. Un estudio de Pew Research ® revela que el 81% de los usuarios de Internet en USA sienten que tienen poco control sobre los datos que las empresas recopilan. Aunque estos datos sean de Estados Unidos, la realidad no es distinta en México.

Los algoritmos, esas fórmulas matemáticas que deciden qué vemos en nuestras pantallas, nos convierten en sujetos pasivos de un sistema que monitorea cada movimiento. “Nos han hecho creer que somos libres, cuando se controla más que nunca nuestro destino”, dice la investigadora R. Zafra. Los algoritmos no son malos, pero el problema radica en cómo se utilizan para moldear nuestro comportamiento de consumo. Somos nosotros quienes alimentamos estas herramientas a costa de nuestra privacidad, de nuestros datos, fotos, videos, notas de voz, hábitos de navegación, lugares que visitamos y ahora también de nuestras recomendaciones de tal o cual cosa.

El marketing relacional, que Theodore Levitt definió hace más de treinta años, se ha transformado en el entorno digital. Antes, un negocio se enfocaba en la satisfacción del cliente, ahora, la estrategia es identificar y fidelizar a los clientes mediante el análisis de sus datos y comportamientos en línea. Empresas como Starbucks o Facebook han sabido capitalizar esta tendencia, escuchando y empoderando a sus clientes-prosumidores para crear campañas más efectivas y personalizadas.

La recopilación de datos personales y su uso en publicidad personalizada, conocida como "behavioural advertising", añade un nivel de vulnerabilidad para el ciudadano. La geolocalización y el contexto de uso de dispositivos móviles permiten a las empresas entender no solo dónde estamos, sino también qué hacemos, qué nos gusta y cuándo es el mejor momento para ofrecer un producto. Así, sin más, ¿a traición?, como el hombre de “los troles” que llega a las puertas del colegio unos minutos antes de la salida. Esta invasión de privacidad exige que tomemos precauciones y demandemos una mayor protección de nuestros datos.

El futuro del consumo digital nos presenta retos importantes: cambiar de un entorno tecnológico a uno humanista, pasar de ser prosumidores a emirec (emisor/receptor), y transformar el pensamiento crítico en acción creativa. Este último es particularmente crucial. En un mundo donde nuestros datos son constantemente monitoreados, la capacidad de pensar críticamente y actuar creativamente nos permite resistir la manipulación y ofrecer nuevas perspectivas.

Estimado lector, el poder de cambiar esta dinámica está en nuestras manos. Ser conscientes de cómo nuestros datos son utilizados nos permite tomar decisiones informadas y proteger nuestra privacidad. La pró-xima vez que navegue por Internet, recuerde que cada clic cuenta, no solo para usted, sino para todo el sistema que lo rodea. Le voy a dejar un tip y me alejaré lentamente: AVG Secure VPN. ¡Gracias por su atención y cuídese siempre!.

“El poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente”.

George Orwell | Rebelión en la Granja

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