/ domingo 3 de noviembre de 2024

Hablando de medicina y salud / La Evolución de la Mortalidad en México: Un Llamado a la Reflexión

En el contexto del Día de Muertos, es pertinente reflexionar sobre la evolución de la mortalidad en nuestro país. Las causas de muerte han experimentado cambios notables que reflejan, en buena medida, transformaciones en los hábitos de la población y en factores sociales que influyen en la salud.

Observar estos cambios nos permite comprender las causas subyacentes y nos da la oportunidad de implementar medidas que mejoren la salud pública y prolonguen la esperanza de vida.

En el pasado, México enfrentaba elevadas tasas de mortalidad debido a enfermedades infecciosas como el cólera, la tifoidea y la tuberculosis. Estas enfermedades, muy comunes en el siglo XX, reflejaban las condiciones socioeconómicas y las limitaciones en los servicios de salud de aquel entonces. Sin embargo, gracias a la expansión de la vacunación y a las mejoras en la infraestructura sanitaria, se ha logrado reducir significativamente su incidencia. Esto no significa que hayan desaparecido, sino que han cambiado de forma y envergadura.

Hoy en día, el panorama es distinto. Las enfermedades crónicas y degenerativas, como las cardiovasculares, la diabetes tipo 2 y el cáncer, ocupan los primeros lugares en las causas de muerte, representando más del 70% de los decesos en el país. Muchas de estas enfermedades están relacionadas con la obesidad, un problema agravado por el estilo de vida moderno: el sedentarismo, el alto consumo de calorías, el estrés y el tabaquismo son factores clave que elevan el riesgo de mortalidad. El ritmo acelerado de la vida moderna y la falta de educación en salud se han convertido en contribuyentes importantes al riesgo cardiovascular.

En términos de nutrición, México presenta una situación polarizada. Mientras una gran parte de la población enfrenta problemas de obesidad, otra sufre de malnutrición, un fenómeno conocido como la "doble carga de la malnutrición". En el ámbito médico, esto se traduce en un aumento en la incidencia de diabetes, lo cual no solo implica mayores costos de atención, sino también una menor calidad de vida para quienes la padecen.

Tenemos un serio problema de consumo de alimentos ultraprocesados y falta de actividad física, que pareciera haberse agravado tras la pandemia de COVID-19. La evidencia científica respalda la idea de que el cuidado en estos aspectos puede reducir considerablemente las tasas de enfermedades cardiovasculares y diabetes, salvando vidas y fortaleciendo el sistema de salud en el largo plazo.

Para enfrentar este reto, es esencial reorientar nuestro sistema de salud hacia la prevención de enfermedades y el tratamiento oportuno de la obesidad. Esto implica un cambio en las políticas de salud pública, promoviendo un enfoque más proactivo en la prevención y asegurando que los servicios médicos de prevención sean accesibles para reducir la carga de enfermedades crónicas en el país.

La pandemia de COVID-19 también ha dejado una huella imborrable en las cifras de mortalidad y ha puesto en evidencia las deficiencias en el sistema de salud. Aunque el COVID-19 no ha sido una causa de mortalidad permanente, el colapso del sistema de salud durante esos años ha servido como recordatorio de la necesidad de fortalecer nuestra infraestructura y prepararnos mejor para emergencias de salud pública.

Tenemos un gran desafío en el ámbito de la salud pública: si bien hemos incrementado la esperanza de vida de los mexicanos y reducido las enfermedades infecciosas en la población general, han aumentado las enfermedades crónicas no transmisibles, a menudo consecuencia de estilos de vida inadecuados y de la falta de educación en salud. El gran reto no solo es reducir la mortalidad y prolongar la vida, sino hacerlo asegurando una calidad de vida digna para todos.