/ sábado 13 de julio de 2024

Gryita.com / Mía

No supe cuándo llegó.

Un día al llegar a mi consultorio del Centro de Sanación estaba ahí, mirándome de frente con sus profundos ojos verdes.

No quiero exagerar, pero parecía adivinar mi pensamiento.

Era un día nublado, igual que casi siempre yo, con un calor espectacular propio de los meses del segundo tercio de los años del puerto. Yo estoy acostumbrado a las palomas que viven en el pequeño techo que está encima de la puerta principal, que por cierto mucha gente me ha dicho que debería echarlas porque generan suciedad y son una plaga, pero yo pienso que nosotros los humanos somos, por mucho, peores que ellas. También tenemos ardillas, que disfrutan de los mangos del gran árbol de la entrada y a veces pareciera que al pasar me lanzan uno, divertidas, mientras entre risas les pido que me lo avienten sin mordida.

Pero nunca un gato. Que para efectos de claridades es gata.

Hace tiempo vimos que habían nacido cinco en nuestro patio, intentamos alimentarlos y ayudarlos en lo posible y un buen día se fueron, lo cual nos pareció normal, pero ella volvió. Desde ese día empezó a acercarse a nosotros todos los días sin miedo alguno, le dimos de comer y de beber, de pronto empezó a entrar al Centro y a pasearse por la recepción y la escalera del segundo nivel y a recostarse a la entrada como si fuera una estatua o un adorno.

Su hermoso pelaje negro y blanco le hacen lucir como una bella postal y sus profundos ojos claros evocan esculturas antiguas y generan cierta incertidumbre. No es como esos animales que parece que sonríen o que quieren agradarte, es más bien seria, dócil pero poderosa, tranquila pero fiera, como si su amabilidad interracial es absolutamente voluntaria y dura solo mientras ella lo desee.

Un día nos dimos cuenta que cuando nosotros nos vamos de vuelta a casa después del trabajo y la consulta ella cruza la calle y va a la casa de enfrente, por lo que pensamos que tiene dos casas y probablemente más, jaja, incluso que tal vez tenga varios nombres a los que habitualmente responde para ganar el favor del alimento, la bebida y el amor.

A mí me genera gran ternura y me es inevitable compararla con los perros que siempre han sido una compañía en mi vida, a los que he amado más que a muchas personas y con quienes suelo compartir mis espacios y también mi corazón.

Ella es distinta. Se comporta como dueña del sitio donde duerme su siesta, como si el mundo no le interesara en nada, sin miedo, sin prisa, sin tiempo.

Un día mató un murciélago, después una de las palomas fue su presa, no sé si demostrando que es una cazadora o haciendo alarde de autosuficiencia, pero los puso en la puerta de la entrada. Creo que envidio su independencia, su libertad, su indolencia al juicio y su seguridad, no estoy seguro en eso de las "muchas vidas", pero sí me parece justo que en algunas culturas sean sagrados. Yo con su presencia me siento más seguro, como si la naturaleza a través de ella me hiciera saber que yo también existo y que un ser ajeno a mi especie, sin conocerme, ni juzgarme, puede ser mi amigo o compañero de mi viaje. Nosotros le llamamos Mía, nos pareció un lindo nombre, además que va con su personalidad aristocrática y vagabunda, no le pusimos un collar porque no queremos poseerla, ni tampoco encerrarla, mucho menos someterla y menos que vaya a pensar alguien más que se crea su dueño que la hemos robado.

Solo la alimentamos, la protegemos y le amamos cuando ella nos lo permite. Al final ella se ha vuelto parte de nuestra alegría y de lo que para nosotros es sagrado: nuestro mundo.

Por eso debo terminar concluyendo que Mía no es mía, ni nuestra, más que ella ser “nuestra gata” creo que nosotros somos parte de "sus humanos". Escríbeme.

gryitafuerte@gmail.com

fb: Gryita Fuerte

RE-GENERACIÓN 19

No supe cuándo llegó.

Un día al llegar a mi consultorio del Centro de Sanación estaba ahí, mirándome de frente con sus profundos ojos verdes.

No quiero exagerar, pero parecía adivinar mi pensamiento.

Era un día nublado, igual que casi siempre yo, con un calor espectacular propio de los meses del segundo tercio de los años del puerto. Yo estoy acostumbrado a las palomas que viven en el pequeño techo que está encima de la puerta principal, que por cierto mucha gente me ha dicho que debería echarlas porque generan suciedad y son una plaga, pero yo pienso que nosotros los humanos somos, por mucho, peores que ellas. También tenemos ardillas, que disfrutan de los mangos del gran árbol de la entrada y a veces pareciera que al pasar me lanzan uno, divertidas, mientras entre risas les pido que me lo avienten sin mordida.

Pero nunca un gato. Que para efectos de claridades es gata.

Hace tiempo vimos que habían nacido cinco en nuestro patio, intentamos alimentarlos y ayudarlos en lo posible y un buen día se fueron, lo cual nos pareció normal, pero ella volvió. Desde ese día empezó a acercarse a nosotros todos los días sin miedo alguno, le dimos de comer y de beber, de pronto empezó a entrar al Centro y a pasearse por la recepción y la escalera del segundo nivel y a recostarse a la entrada como si fuera una estatua o un adorno.

Su hermoso pelaje negro y blanco le hacen lucir como una bella postal y sus profundos ojos claros evocan esculturas antiguas y generan cierta incertidumbre. No es como esos animales que parece que sonríen o que quieren agradarte, es más bien seria, dócil pero poderosa, tranquila pero fiera, como si su amabilidad interracial es absolutamente voluntaria y dura solo mientras ella lo desee.

Un día nos dimos cuenta que cuando nosotros nos vamos de vuelta a casa después del trabajo y la consulta ella cruza la calle y va a la casa de enfrente, por lo que pensamos que tiene dos casas y probablemente más, jaja, incluso que tal vez tenga varios nombres a los que habitualmente responde para ganar el favor del alimento, la bebida y el amor.

A mí me genera gran ternura y me es inevitable compararla con los perros que siempre han sido una compañía en mi vida, a los que he amado más que a muchas personas y con quienes suelo compartir mis espacios y también mi corazón.

Ella es distinta. Se comporta como dueña del sitio donde duerme su siesta, como si el mundo no le interesara en nada, sin miedo, sin prisa, sin tiempo.

Un día mató un murciélago, después una de las palomas fue su presa, no sé si demostrando que es una cazadora o haciendo alarde de autosuficiencia, pero los puso en la puerta de la entrada. Creo que envidio su independencia, su libertad, su indolencia al juicio y su seguridad, no estoy seguro en eso de las "muchas vidas", pero sí me parece justo que en algunas culturas sean sagrados. Yo con su presencia me siento más seguro, como si la naturaleza a través de ella me hiciera saber que yo también existo y que un ser ajeno a mi especie, sin conocerme, ni juzgarme, puede ser mi amigo o compañero de mi viaje. Nosotros le llamamos Mía, nos pareció un lindo nombre, además que va con su personalidad aristocrática y vagabunda, no le pusimos un collar porque no queremos poseerla, ni tampoco encerrarla, mucho menos someterla y menos que vaya a pensar alguien más que se crea su dueño que la hemos robado.

Solo la alimentamos, la protegemos y le amamos cuando ella nos lo permite. Al final ella se ha vuelto parte de nuestra alegría y de lo que para nosotros es sagrado: nuestro mundo.

Por eso debo terminar concluyendo que Mía no es mía, ni nuestra, más que ella ser “nuestra gata” creo que nosotros somos parte de "sus humanos". Escríbeme.

gryitafuerte@gmail.com

fb: Gryita Fuerte

RE-GENERACIÓN 19