/ sábado 5 de octubre de 2024

Gryita.com / Juan Migrante

Todos somos migrantes de alguna forma.

Esta semana lo conocí y tuve el gusto de entrevistarlo en mi programa en redes sociales.

La persona que me lo presentó y de alguna manera me generó el interés de conocer más sobre su historia me dijo poco realmente, pero hubo un dato que me llamó poderosamente la atención, fue algo como: "atravesó caminando la peligrosa selva del Darién con su esposa y su hijo de 6 años y cruzó a pie 7 países para llegar a México".

Lo saludé por la tarde antes de entrar al estudio de grabación, venía vestido de forma muy adecuada con una playera que me pareció de beisbolista con los vistosos colores de la bandera venezolana, el nombre de aquel país a todo lo largo y una gorra del mismo deporte con la "V" característica de aquella tierra sudamericana.

Sonrió someramente y no cruzamos palabra alguna.

Todo el tiempo previo mientras mis queridos productores Monoloco y mi Ahijado César hacían los arreglos técnicos a la entrevista yo lo observaba y solo miraba las instalaciones sin hacer comentario alguno, parecía un poco serio y con cierta desconfianza.

Hicimos las pruebas e iniciamos la conversación a la hora pactada, respondió mis primeras preguntas de forma muy amable y educada hasta que fuimos, como suele suceder, entrando en confianza.

Yo creo que fue justo en el momento en que empezamos a conversar sobre su paso por la selva que se le iluminó el rostro.

No sé si fue que se le alborotaron los recuerdos o que le transmití mi emoción y mis asombros, pero de pronto aquel muchacho de apariencia sencilla y afable se erigía ante mis ojos como un ser humano noble luchando con la fragilidad de la vida y haciendo hasta casi lo imposible para lograr salvar la de su familia.

Peligros, amenazas, hambre, frío, agua y todo tipo de peripecias, incluidos aquí algunos terroríficos sucesos, como cruzar un río a nado para buscar comida o como el tener que admitir con hechos que hay algunos desdichados que no logran la proeza y terminan ofrendando a la tierra sus desafortunados cuerpos, sus historias y su porvenir.

El lograr que su pequeño hijo viera todo esto como una aventura sin imprimirle miedo o dudas a sus recuerdos, el no rendirse a pesar de todos los pesares, el caminar, usar bicicletas, nadar, dormir cerca de serpientes y escorpiones, viajar en tren a la intemperie, pero sobre todo estar ante el riesgo del ataque del más despiadado de todos los seres vivos, “el mismo ser humano”, lo hace aún más respetable.

Me dio gusto saber que mis paisanos le habían tratado con respeto y amabilidad, lo mismo las autoridades que los civiles y que hoy además de un techo tiene comida y amigos.

En un momento de la entrevista le pregunté si había sentido el deseo de renunciar a la búsqueda de una mejor vida para él y los suyos y casi se levantó de la silla para decirme con una enorme sonrisa: "no, jamás, yo sabía que iba con Dios y que él me ayudaría".

Asegura haber recibido un mensaje divino para emprender la travesía y su fe le sostiene hasta hoy, alegre, entusiasta, atento a los mensajes del cielo, pleno de fe y esperanza.

Los que hemos vivido en otros países y que tenemos familia de inmigrantes sabemos lo que se siente, igual el irte lejos de tu tierra como que los tuyos sean los que se van, por eso tal vez me generó una sensación de aprecio y empatía.

Juan está soñando y ese sueño lo mantiene y es tan grande que le alcanzó incluso, para darle un aliento a los míos, siempre hay que luchar, levantarse, volver a intentarlo y jamás dejar que el miedo venza al amor.

Deseo que lo logres Hermano y hoy desde aquí yo envío mi aprecio a los tuyos, a mis amados que están lejos, a las familias separadas y sobre todo a todos los caminantes que, mientras nosotros leemos esto, pueden estar luchando por una vida mejor.

Viva México, viva Venezuela y vivan los migrantes de este mundo que es de todos y no es de nadie.

RE-GENERACIÓN 19

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