/ lunes 21 de agosto de 2023

El Telar | La Nueva Escuela Mexicana

Desde hace algunas semanas, los medios de comunicación han dado cuenta de una infructuosa alegata en torno a los libros de texto, un jaloneo político de bajo calado en donde una minoría antagónica al actual Gobierno de México y económicamente poderosa ha echado mano de sus recursos para desinformar a la sociedad. En cada uno de los argumentos que esgrimen es evidente la intención de polarizar.

Por eso es necesario evidenciar algunos elementos a fin de entender de mejor manera qué está sucediendo y por qué: 1) La negativa para distribuir los libros de texto únicamente se manifestó en siete gobiernos de las 32 entidades federativas, no sobra decir que éstos son opositores al Ejecutivo federal y que el rechazo no es de la ciudadanía ni de los académicos, sino de los voceros partidistas y de organizaciones civiles de extrema derecha ligadas a cierto sector empresarial y a una corriente religiosa (no a una religión), y 2) Quienes denuestan los libros no refieren elementos concretos sobre sus supuestas deficiencias, sino que simplemente señalan ambigüedades como “distorsión de visiones sobre aspectos sociales”, “sesgos ideológicos”, “contenidos inapropiados para el grado escolar”, que “las materias no tienen libros específicos”, que “el nivel de secundaria tiene menos libros”, o que el “contenido de matemáticas es insuficiente". Al respecto, hay que precisar con todas sus letras que lo que dicen es FALSO, ya que los materiales escolares responden a la última reforma en materia educativa, la cual instauró la Nueva Escuela Mexicana, en donde la educación tiene una dimensión social, humanística y científica que responde a la realidad de las nuevas generaciones. Sus contenidos fueron producto de la participación de docentes, pedagogos, especialistas y la comunidad educativa.

En concreto, lo que a las buenas conciencias de doble moral no les gusta es ponerle punto final a la enseñanza por materias, ya que este modelo posibilita el aprendizaje por proyectos, la partición activa y la construcción de conocimiento en las aulas con el objetivo de fomentar el pensamiento crítico. Dicho de manera simple, el aprendizaje de memoria, en donde todas y todos piensen igual y, por lo tanto, terminen por no pensar, quedará atrás. Ahora los programas sintéticos serán generales para dar paso a los programas analíticos que posibilitarán aprender en contextos diversos, atendiendo a las experiencias y necesidades que surjan en los salones de clase.

A dicho sector le incomoda la educación sexual, la educación inclusiva, el fomento a una cultura de igualdad entre los géneros y libre de discriminación, a pesar de las escandalosas cifras de violencia contra las mujeres y abuso infantil en todas sus manifestaciones. Les resulta intolerable que la impresión y el diseño de los libros de texto no salió de los talleres de las grandes empresas editoriales, todas extranjeras, por cierto, ni de las imprentas de algunos medios de comunicación, porque eso significa que los libros de texto dejaron de ser un lucrativo negocio para ellos.

Difundieron su opinión personalísima como si fuera una verdad universal, pasaron por alto la opinión de millones de madres y padres de familia, al sector magisterial y académico, así como a las y los estudiantes. La visión de un centenar, avalada por algunos miles de personas, NO sustituye la de millones, por más cobertura que alcancen en los medios de comunicación masiva. El pensamiento único de un puñado de intelectuales y líderes partidistas NO está por encima de las maestras y los maestros de México, ni sus fundamentos sectarios pueden superponerse al Estado laico y democrático.

¿Todo es perfecto?, por supuesto que no. ¿No hay nada que mejorar?, claro que sí. Las leyes, las políticas públicas, los procesos organizacionales, los programas educativos y, en general, todo lo que involucre el desarrollo social y humano, son susceptibles de mejoras y actualizaciones, en tanto que la sociedad y las personas son dinámicas, evolucionan y presentan fenomenologías y problemáticas diferentes de acuerdo a su espacio, a su tiempo y a su circunstancia.

Algunos especialistas con sobrada autoridad ética han señalado que el gran problema fue el proceso de comunicación con el que se presentó el nuevo proyecto educativo, así como su falta de gradualidad para incorporar los programas poco a poco en los diferentes niveles educativos. Hay cierta razón en lo que dicen, y digo cierta, porque ésa sería la estrategia ideal si no viniéramos de una pandemia que obligó a realizar ajustes inesperados, tanto en los hogares, como al magisterio y a las autoridades educativas, toda vez que la prioridad era solventar el proceso de enseñanza-aprendizaje desde casa. El nuevo modelo educativo no se planteó ayer, desde 2019 la reforma delineó, delimitó y proyectó los alcances de éste, así que a nadie debe sorprender.

La única ruta para transformar al país y asegurar un futuro verdaderamente alentador para las nuevas generaciones nunca será mediante el adoctrinamiento, sino recobrando junto a ellas las raíces que nos unen e identifican, interiorizando las experiencias significativas y cocreando entendimientos para que las personas puedan pensar por sí mismas, investigar, enriquecerse unas a otras, hacer comunidad y asumir la diversidad cultural como un valor, dando así cabida al pensamiento científico y estar en posibilidad de poner la tecnología al servicio del ser humano.

  • blancanarro.telar@gmail.com