Joaquín Pardavé Arce nació en Pénjamo, Guanajuato en el bostezo del siglo XX: en 1900, el 30 de septiembre. Su fama de actor quizá opacó su reputación como compositor de canciones populares, entre ellas, verdaderas joyas del entrañable Picot: Varita de nardo, Negra consentida, La Panchita, No hagas llorar a esa mujer.
Se registra la incursión en el espectáculo del futuro Don Susanito Peñafiel y Somellera como miembro de la compañía de zarzuela de su tío Carlos -con la cual recorrió gran parte del país en 1925-, y después en las carpas, al lado del gran Roberto el Panzón Soto (por más señas padre del popular Mantequilla Soto), con quien hacía imitaciones de comediantes norteamericanos.
El cine mexicano, que en los años treinta (después del éxito inmenso de Allá en el Rancho Grande/1936) empezara a convertirse en una industria del entretenimiento que se nutría de talentos de la radio, las carpas y el vodevil, le brindó a Pardavé la oportunidad de desarrollar su singular y polifacético talento. Contra lo que pudiera pensarse, el debut de Pardavé no se dio de inmediato, tuvieron que pasar varios años desde Viaje redondo/1925, El águila y el nopal/1927, ambos filmes mudos, hasta el personaje de Don Su-sanito, entrañable creación porfiriana.
Se tiene a Joaquín Pardavé como el primer cineasta del cine mexicano con El Baisano Jalil/1942, ópera prima que escribió, actuó y dirigió. Después dirigiría Los hijos de don Venancio/1944 (con el futbolista Horacio Casarín, quien acaba de morir la semana pasada), El barchante Neguib/1945, La barca de oro/1947 y Soy charro de Rancho Grande/1947, estas dos últimas con el ídolo Pedro Infante.
Sin embargo, actuaciones memorables de Pardavé están plasmadas en Ahí está el detalle/1940, donde Cantinflas alcanzó en el cine la mayoría de edad de la mano del director Juan Bustillo Oro, y en ¡Ay qué tiempos, señor don Simón!/1941, de Julio Bracho. Se ha considerado que Cantinflas tuvo en Pardavé, en Ahí está el detalle, por primera vez a un actor que a ratos lo superó.
El 20 de julio de 1955, a la edad de 55 años, murió Joaquín Pardavé de un ataque al corazón. Es conocida la historia de que el actor fue enterrado vivo, puesto que al abrir su tumba, tres días después, el cuerpo yacía boca abajo.
Las películas de Pardavé siguen transmitiéndose por tv. Es un cine, a la distancia, ingenuo y cándido; quizá por eso tiene cierto atractivo… Cómo recuerdo cierto viernes de 1977 en que mi tío Francisco Mejía, hermano mayor de mi madre, nos visitó so pretexto de comprar en el “rodante” del Cascajal, instalado a tres cuadras de la casa (en realidad constataba cómo estaban mi madre y su otro hermano, el tío José). En esa ocasión el tío Pancho, oyendo la XETU en un pequeño Admiral, me dijo -cuando tocaban Varita de nardo-: “Ven, Juanito, para que escuches una canción de Pardavé”.
Años después de su muerte, cada vez que escucho Varita de nardo, de Pardavé, me acuerdo de mi tío Pancho con afecto…