/ domingo 18 de agosto de 2024

El cumpleaños del perro / La tregua

En su ensayo Elogio de la mala música, Marcel Proust dice que a la mala música si acaso hay que evitarla, pero no despreciarla. Lo mismo pudiese decirse de nuestro vilipendiado cine mexicano: Acaso hacerle el feo, pero al menos verlo.

Hay una película que pasó y sigue pasando sin pena ni gloria – pese al prestigio de la fuente literaria de donde bebió: La novela La tregua, de Mario Benedetti - La tregua/ 2003. Abrigada por instituciones y organismos como en entonces CONACULTA, IMCINE y el Gobierno del Estado de Veracruz-Llave, La tregua es un proyecto –lo dijo su director, Alfonso Rosas Priego– que requirió de seis años para su concreción.

Aunque se pueden rastrear otras versiones fílmicas de la obra literaria de Mario Benedetti como: Pedro y el Capitán/ 1984, de Juan García Gutiérrez, que narra la historia de un preso político quien es acosado y torturado física y psicológicamente por el Capitán; El lado oscuro del corazón/ 1992, de Eliseo Subiela, la ficción de una poeta que trueca palabras por comida enamorándose de una prostituta, y Despabílate amor/ 1996, también de Eliseo Subiela, donde don Ricardo, un mueblero, planea reunir a sus viejas amistades para revivir momentos del pasado.

Basada en la novela homónima de Mario Benedetti, y con el aval del mismo autor uruguayo, La Tregua es una cinta que contiene mucho del estilo del director Rosas Priego: erotismo, amores encontrados (entre una joven y un hombre maduro, recuérdese Vagabunda/1997) y una narración lineal, muy acorde al melodrama de los años sesenta y setenta del cine mexicano.

Filmada en locaciones de la ciudad de Veracruz y de Xalapa, La tregua cuenta la historia de Martín Santomé/ Gonzalo Vega, un ejecutivo aduanal que acaba de cumplir los sesenta años y está a punto de jubilarse. Padre de tres hijos y viudo desde hace algunos años, Martín ya no espera mucho de la vida, en cuanto a ilusiones y proyectos. A la oficina entra a trabajar Laura Avellaneda/ Adriana Fonseca, una joven bella que queda bajo las órdenes de Martín, como contadora. Entre ambos va naciendo una atracción que al paso de los días se irá transformando en amor.

Paralelo a ello, se dirimen los problemas de los hijos de Martín: Rosa/ Maite Embil (por cierto: sobrina del tenor Plácido Domingo) es engañada por su novio; Luis/ Arath de la Torre es un empleado de una secretaría (nunca se dice cuál) que hace transas para su jefe, y Memo/ Rodrigo Vidal, quien es homosexual.

Al paso de los días Martín y Laura no podrán ya ocultar su relación. Él le propone tener un “nidito” de amor; cosa que ella acepta, no sin antes titubear. Al margen de estas historias, el jefe de Martín, don Eladio/ Guillermo Murray tiene que sortear con una hija (Claudia Vega) despampanante, irresponsable y caprichosa, la cual anda con uno de sus subalternos.

Enterada sólo la madre de Laura, ésta no muestra ningún prejuicio por su relación con un hombre que le lleva 35 años de edad. Es Martín el que al principio no ve futuro con su joven amada, pero es impulsado y motivado por su hija Rosa para que se case y rehaga su vida, después de darse él una tregua para el amor al quedar viudo.

En cierta ocasión Laura pide permiso a Martín, su jefe, de irse temprano de la oficina ya que se siente mal de salud. Al paso de los días, Martín recibe una llamada telefónica donde le avisan del deceso de Laura.

El sepelio se realiza ante la concurrencia de todos sus compañeros de trabajo y familiares. Martín, unos días más tarde, va a la casa de Laura y habla con la mamá de Laura; aquélla le entrega una carta que su hija le escribió poco antes de morir.

Martín, en el nidito de amor de ambos, lee la carta cuyas emotivas palabras de amor le calan hondo al sesentón…

Ya en 1974, en Argentina, la novela de Benedetti había sido merecedora de una versión, dirigida por Sergio Renán (y con las actuaciones, entre otros, de Héctor Alterio y Norma Aleandro). En esta reciente, Rosas Priego la llevó por los senderos probados y edulcorados del melodrama telenovelero, apoyado fuertemente en una música ad hoc de Amparo Rubín.

La narración lineal, facilona, sin arriesgues estéticos (ningún movimiento de cámara novedoso, ningún apriete de tuercas al guion escrito por Rosas Priego y el experimentado buñuelista Francisco Sánchez), hacen de La tregua una película sin más emoción, sin más curiosidad que la de ser mexicana.

Abusando de los desnudos de Fonseca y Vega, da la impresión que Rosas Priego no tenía más carta de presentación que los mismos, en largas secuencias de cama. Por ello queda la cinta como una obra erótica que pudo escarbar más a fondo en la relación de un hombre que va de salida y una mujer joven…

En su ensayo Elogio de la mala música, Marcel Proust dice que a la mala música si acaso hay que evitarla, pero no despreciarla. Lo mismo pudiese decirse de nuestro vilipendiado cine mexicano: Acaso hacerle el feo, pero al menos verlo.

Hay una película que pasó y sigue pasando sin pena ni gloria – pese al prestigio de la fuente literaria de donde bebió: La novela La tregua, de Mario Benedetti - La tregua/ 2003. Abrigada por instituciones y organismos como en entonces CONACULTA, IMCINE y el Gobierno del Estado de Veracruz-Llave, La tregua es un proyecto –lo dijo su director, Alfonso Rosas Priego– que requirió de seis años para su concreción.

Aunque se pueden rastrear otras versiones fílmicas de la obra literaria de Mario Benedetti como: Pedro y el Capitán/ 1984, de Juan García Gutiérrez, que narra la historia de un preso político quien es acosado y torturado física y psicológicamente por el Capitán; El lado oscuro del corazón/ 1992, de Eliseo Subiela, la ficción de una poeta que trueca palabras por comida enamorándose de una prostituta, y Despabílate amor/ 1996, también de Eliseo Subiela, donde don Ricardo, un mueblero, planea reunir a sus viejas amistades para revivir momentos del pasado.

Basada en la novela homónima de Mario Benedetti, y con el aval del mismo autor uruguayo, La Tregua es una cinta que contiene mucho del estilo del director Rosas Priego: erotismo, amores encontrados (entre una joven y un hombre maduro, recuérdese Vagabunda/1997) y una narración lineal, muy acorde al melodrama de los años sesenta y setenta del cine mexicano.

Filmada en locaciones de la ciudad de Veracruz y de Xalapa, La tregua cuenta la historia de Martín Santomé/ Gonzalo Vega, un ejecutivo aduanal que acaba de cumplir los sesenta años y está a punto de jubilarse. Padre de tres hijos y viudo desde hace algunos años, Martín ya no espera mucho de la vida, en cuanto a ilusiones y proyectos. A la oficina entra a trabajar Laura Avellaneda/ Adriana Fonseca, una joven bella que queda bajo las órdenes de Martín, como contadora. Entre ambos va naciendo una atracción que al paso de los días se irá transformando en amor.

Paralelo a ello, se dirimen los problemas de los hijos de Martín: Rosa/ Maite Embil (por cierto: sobrina del tenor Plácido Domingo) es engañada por su novio; Luis/ Arath de la Torre es un empleado de una secretaría (nunca se dice cuál) que hace transas para su jefe, y Memo/ Rodrigo Vidal, quien es homosexual.

Al paso de los días Martín y Laura no podrán ya ocultar su relación. Él le propone tener un “nidito” de amor; cosa que ella acepta, no sin antes titubear. Al margen de estas historias, el jefe de Martín, don Eladio/ Guillermo Murray tiene que sortear con una hija (Claudia Vega) despampanante, irresponsable y caprichosa, la cual anda con uno de sus subalternos.

Enterada sólo la madre de Laura, ésta no muestra ningún prejuicio por su relación con un hombre que le lleva 35 años de edad. Es Martín el que al principio no ve futuro con su joven amada, pero es impulsado y motivado por su hija Rosa para que se case y rehaga su vida, después de darse él una tregua para el amor al quedar viudo.

En cierta ocasión Laura pide permiso a Martín, su jefe, de irse temprano de la oficina ya que se siente mal de salud. Al paso de los días, Martín recibe una llamada telefónica donde le avisan del deceso de Laura.

El sepelio se realiza ante la concurrencia de todos sus compañeros de trabajo y familiares. Martín, unos días más tarde, va a la casa de Laura y habla con la mamá de Laura; aquélla le entrega una carta que su hija le escribió poco antes de morir.

Martín, en el nidito de amor de ambos, lee la carta cuyas emotivas palabras de amor le calan hondo al sesentón…

Ya en 1974, en Argentina, la novela de Benedetti había sido merecedora de una versión, dirigida por Sergio Renán (y con las actuaciones, entre otros, de Héctor Alterio y Norma Aleandro). En esta reciente, Rosas Priego la llevó por los senderos probados y edulcorados del melodrama telenovelero, apoyado fuertemente en una música ad hoc de Amparo Rubín.

La narración lineal, facilona, sin arriesgues estéticos (ningún movimiento de cámara novedoso, ningún apriete de tuercas al guion escrito por Rosas Priego y el experimentado buñuelista Francisco Sánchez), hacen de La tregua una película sin más emoción, sin más curiosidad que la de ser mexicana.

Abusando de los desnudos de Fonseca y Vega, da la impresión que Rosas Priego no tenía más carta de presentación que los mismos, en largas secuencias de cama. Por ello queda la cinta como una obra erótica que pudo escarbar más a fondo en la relación de un hombre que va de salida y una mujer joven…