/ martes 25 de junio de 2024

Economía y bienestar / La migración y las remesas

El fenómeno de la migración de la población de nuestro país hacia los Estados Unidos no es nuevo, algunos investigadores han señalado que existen algunas etapas claras que se pueden identificar durante el siglo XX, y cada una de estas coincide con ciclos de duración similares en cuanto a tiempo.

Por ejemplo, Durad y Massey (2019), identifican las siguientes etapas: la de enganche, que se registró de 1900 a 1920; la de las deportaciones, de 1921 a 1939; el período bracero, de 1942 a 1964; la de los indocumentados, de 1965 a 1986; y la etapa de la legalización y migración clandestina, de 1987 a 2001, y últimamente al período que bien pudiéramos llamar como etapa del reconocimiento de crecimiento y fortaleza económica de nuestro país generada desde afuera, es decir, del poder que han mostrado los migrantes con el envío de remesas y su impacto en la estabilidad macroeconómica y fortalecimiento del tipo de cambio a través de la apreciación del peso mexicano.

Pero no hay que olvidar que en el caso de la migración y su impacto en la economía local, no ha sido del todo provechosa o con final feliz, si consideramos la reforma que se dio en el año 1992 al artículo 27 Constitucional, en el que por primera vez se permitió la venta del suelo ejidal y comunal, además, ese mismo año se privatizó Fertilizantes Mexicanos (Fertimex) y hay que considerar que años más tarde se liquidó la financiera que era la encargada de otorgar financiamiento y apoyo al sector rural, como es el caso de Banrural. Lo anterior bajo la estrategia de la política pública de ese entonces orientada al adelgazamiento del sector público, bajo la creencia que el mercado regularía la asignación racional de los recursos, por lo que el gobierno solo se había convertido en un actor que distorsionaba al mercado y por tanto la asignación óptima de recursos.

Esto propició que una gran cantidad de trabajadores del campo se hicieran de dinero producto de la venta de sus tierras ejidales, lo que les posibilitó pagar su proceso de migración hacia los Estados Unidos, lo anterior contribuyó a un abandono de grupos numerosos de trabajadores de sus tierras, lo que hoy por hoy, nos ha convertido en un importador importante de productos del campo, dado que en buena medida el abandono de las tierras se registró de manera gradual y paulatina, y con ello la fuerte dependencia de productos agrícolas.

En la actualidad existen regiones de nuestro país que ven en la migración una práctica cotidiana y hasta por tradición, dado que al no tener fuentes de empleo en sus lugares de origen, ven la migración como una opción de sobrevivencia.

En este flujo migratorio de los últimos años, se ha documentado una gama importante de fenómenos asociados entre las zonas de expulsión en México y las zonas de recepción de migrantes en los Estados Unidos.

Cabe señalar que de los estados que más han contribuido con la migración son Zacatecas, Michoacán, Guanajuato y Jalisco, entre otros.

Por otra parte, en la actualidad los migrantes que durante mucho tiempo se han ido principalmente hacia los Estados Unidos, refrendan su arraigo que tienen hacia sus lugares de origen, principalmente con el envío de recursos (remesas), que durante los últimos años han sido significativas y que contribuyen de manera indirecta al fortalecimiento de la economía mexicana; sin embargo, en primera instancia fortalecen a sus familias quienes son la receptoras de divisas, y con ello se activa el mercado interno local, pero también se beneficia la macroeconomía al generar ingresos de divisas que en su momento generan, en cierta medida, que el peso se aprecie respecto al dólar.

En el primer trimestre del año 2024, el monto de las remesas recibidas asciende a 13 mil 765 millones de dólares, cantidad considerable que sin duda fortalece la economía tanto local como nacional, por ello un reconocimiento al aporte que hacen los migrantes mexicanos que con su trabajo y esfuerzo, dan muestra de respaldo y compromiso con sus raíces nacionales.

Regeneración 19

El fenómeno de la migración de la población de nuestro país hacia los Estados Unidos no es nuevo, algunos investigadores han señalado que existen algunas etapas claras que se pueden identificar durante el siglo XX, y cada una de estas coincide con ciclos de duración similares en cuanto a tiempo.

Por ejemplo, Durad y Massey (2019), identifican las siguientes etapas: la de enganche, que se registró de 1900 a 1920; la de las deportaciones, de 1921 a 1939; el período bracero, de 1942 a 1964; la de los indocumentados, de 1965 a 1986; y la etapa de la legalización y migración clandestina, de 1987 a 2001, y últimamente al período que bien pudiéramos llamar como etapa del reconocimiento de crecimiento y fortaleza económica de nuestro país generada desde afuera, es decir, del poder que han mostrado los migrantes con el envío de remesas y su impacto en la estabilidad macroeconómica y fortalecimiento del tipo de cambio a través de la apreciación del peso mexicano.

Pero no hay que olvidar que en el caso de la migración y su impacto en la economía local, no ha sido del todo provechosa o con final feliz, si consideramos la reforma que se dio en el año 1992 al artículo 27 Constitucional, en el que por primera vez se permitió la venta del suelo ejidal y comunal, además, ese mismo año se privatizó Fertilizantes Mexicanos (Fertimex) y hay que considerar que años más tarde se liquidó la financiera que era la encargada de otorgar financiamiento y apoyo al sector rural, como es el caso de Banrural. Lo anterior bajo la estrategia de la política pública de ese entonces orientada al adelgazamiento del sector público, bajo la creencia que el mercado regularía la asignación racional de los recursos, por lo que el gobierno solo se había convertido en un actor que distorsionaba al mercado y por tanto la asignación óptima de recursos.

Esto propició que una gran cantidad de trabajadores del campo se hicieran de dinero producto de la venta de sus tierras ejidales, lo que les posibilitó pagar su proceso de migración hacia los Estados Unidos, lo anterior contribuyó a un abandono de grupos numerosos de trabajadores de sus tierras, lo que hoy por hoy, nos ha convertido en un importador importante de productos del campo, dado que en buena medida el abandono de las tierras se registró de manera gradual y paulatina, y con ello la fuerte dependencia de productos agrícolas.

En la actualidad existen regiones de nuestro país que ven en la migración una práctica cotidiana y hasta por tradición, dado que al no tener fuentes de empleo en sus lugares de origen, ven la migración como una opción de sobrevivencia.

En este flujo migratorio de los últimos años, se ha documentado una gama importante de fenómenos asociados entre las zonas de expulsión en México y las zonas de recepción de migrantes en los Estados Unidos.

Cabe señalar que de los estados que más han contribuido con la migración son Zacatecas, Michoacán, Guanajuato y Jalisco, entre otros.

Por otra parte, en la actualidad los migrantes que durante mucho tiempo se han ido principalmente hacia los Estados Unidos, refrendan su arraigo que tienen hacia sus lugares de origen, principalmente con el envío de recursos (remesas), que durante los últimos años han sido significativas y que contribuyen de manera indirecta al fortalecimiento de la economía mexicana; sin embargo, en primera instancia fortalecen a sus familias quienes son la receptoras de divisas, y con ello se activa el mercado interno local, pero también se beneficia la macroeconomía al generar ingresos de divisas que en su momento generan, en cierta medida, que el peso se aprecie respecto al dólar.

En el primer trimestre del año 2024, el monto de las remesas recibidas asciende a 13 mil 765 millones de dólares, cantidad considerable que sin duda fortalece la economía tanto local como nacional, por ello un reconocimiento al aporte que hacen los migrantes mexicanos que con su trabajo y esfuerzo, dan muestra de respaldo y compromiso con sus raíces nacionales.

Regeneración 19