/ martes 10 de septiembre de 2024

Economía y Bienestar / La educación para una sociedad más justa

A lo largo de la construcción de un modelo educativo mexicano desde la época posrevolucionaria, fincado a través de la denominada justicia social, ha generado en el transcurso de la historia reciente de nuestro país ciertos vaivenes que van a influir en la conciencia personal y social de los colectivos sociales.

De ahí que a través de la educación se ha considerado como el instrumento medular para fortalecer y difundir una motivación moral, y esta a su vez como generadora y promotora de valores universalistas en la que todos los ciudadanos tengan convergencia, y así de esta forma eliminar el rechazo que tradicionalmente ha limitado de manera significativa aquellos grupos de la sociedad que tienen aparentemente poco que ofrecer, de esta forma lo plantearía Adela Cortina en su libro intitulado “Aporofobia: El Rechazo al Pobre”, en el que se asume la existencia de una actitud colectiva para no considerar aptos a ciertos grupos de la sociedad para que disfruten de los beneficios sociales.

Dichos grupos o personas que poco tienen que ofrecer en una economía de mercado, en la que el intercambio aparentemente se da en condiciones de equilibrio y reciprocidad pero por su condición de pobreza, algunos no pueden ser partícipes de tal dinámica.

Lo anterior ha generado que, en una sociedad tan desigual como la nuestra, una gran cantidad de colectivos sociales muestra una postura de rechazo a aquellos que por sus condiciones económicas tienen poco que ofrecer en el intercambio de valor o de mercancías, pero no sólo ahí suscita el rechazo, este llega a todas las esferas institucionales como el mismo gobierno o la familia para despreciar, rechazar e invisibilizar a los más empobrecidos por determinadas circunstancias; por lo que resulta de vital importancia dimensionar la categoría de pobreza como un concepto multidimensional, en el que una persona, además de no contar con los ingresos suficientes que le permita disfrutar una vida de beneficios mínimos, además de registrar dos o más carencias sociales.

La pregunta que cabría hacernos aquí es si estas condiciones contextuales de la persona o grupo social, tiene que ver con una actitud hacia el trabajo, o bien son las condiciones contextuales y de desarrollo histórico las que han propiciado las limitantes para integrarse al proceso generador de riqueza y, por lo tanto, al reparto de la misma, o bien por otra parte, se plantearía que dichas condiciones de pobreza son producto de la indolencia del sujeto o grupo de sujetos quienes la viven, es decir, el ser indolente implicaría ser apático a emprender acciones que repercutan en la generación de riqueza para paliar las condiciones de quien o quienes la padecen.

Al respecto, cabe mencionar que existen condiciones de desarrollo histórico y contextual que reducen las posibilidades de integración al proceso productivo por parte de grupos importantes de la población, y también se dan los casos contrarios, donde existen grupos sociales con un desarrollo histórico y condiciones contextuales que facilitan sobremanera la posibilidad de tener acceso tanto al proceso productivo como a los beneficios de este.

Pareciera ser que son procesos antagónicos, pero ese no es el principal problema, este se centra en la descalificación para aquellos grupos más desprotegidos que pueden verse beneficiados por alguna o algunos de los beneficios de los regímenes de bienestar, lo que exacerba la pobreza y la desigualdad a través de la discriminación.

Es por ello que emerge la educación como un mecanismo sólido para atenuar dichas condiciones de inequidad, mediante el fortalecimiento de la motivación moral como ejes en los que graviten un cúmulo de elementos valorativos que permitan la construcción de una sociedad más justa y solidaria en la que todos y cada uno de los integrantes de la misma se reconozcan como iguales en términos de oportunidades.

Se puede decir que aún falta mucho para alcanzar dicho objetivo, sin embargo, hay que reconocer que el sistema educativo ha jugado y juega un papel central para moldear los valores morales que fortalezcan una sociedad más justa y solidaria.

Regeneración 19

rcogco@gmail.com

A lo largo de la construcción de un modelo educativo mexicano desde la época posrevolucionaria, fincado a través de la denominada justicia social, ha generado en el transcurso de la historia reciente de nuestro país ciertos vaivenes que van a influir en la conciencia personal y social de los colectivos sociales.

De ahí que a través de la educación se ha considerado como el instrumento medular para fortalecer y difundir una motivación moral, y esta a su vez como generadora y promotora de valores universalistas en la que todos los ciudadanos tengan convergencia, y así de esta forma eliminar el rechazo que tradicionalmente ha limitado de manera significativa aquellos grupos de la sociedad que tienen aparentemente poco que ofrecer, de esta forma lo plantearía Adela Cortina en su libro intitulado “Aporofobia: El Rechazo al Pobre”, en el que se asume la existencia de una actitud colectiva para no considerar aptos a ciertos grupos de la sociedad para que disfruten de los beneficios sociales.

Dichos grupos o personas que poco tienen que ofrecer en una economía de mercado, en la que el intercambio aparentemente se da en condiciones de equilibrio y reciprocidad pero por su condición de pobreza, algunos no pueden ser partícipes de tal dinámica.

Lo anterior ha generado que, en una sociedad tan desigual como la nuestra, una gran cantidad de colectivos sociales muestra una postura de rechazo a aquellos que por sus condiciones económicas tienen poco que ofrecer en el intercambio de valor o de mercancías, pero no sólo ahí suscita el rechazo, este llega a todas las esferas institucionales como el mismo gobierno o la familia para despreciar, rechazar e invisibilizar a los más empobrecidos por determinadas circunstancias; por lo que resulta de vital importancia dimensionar la categoría de pobreza como un concepto multidimensional, en el que una persona, además de no contar con los ingresos suficientes que le permita disfrutar una vida de beneficios mínimos, además de registrar dos o más carencias sociales.

La pregunta que cabría hacernos aquí es si estas condiciones contextuales de la persona o grupo social, tiene que ver con una actitud hacia el trabajo, o bien son las condiciones contextuales y de desarrollo histórico las que han propiciado las limitantes para integrarse al proceso generador de riqueza y, por lo tanto, al reparto de la misma, o bien por otra parte, se plantearía que dichas condiciones de pobreza son producto de la indolencia del sujeto o grupo de sujetos quienes la viven, es decir, el ser indolente implicaría ser apático a emprender acciones que repercutan en la generación de riqueza para paliar las condiciones de quien o quienes la padecen.

Al respecto, cabe mencionar que existen condiciones de desarrollo histórico y contextual que reducen las posibilidades de integración al proceso productivo por parte de grupos importantes de la población, y también se dan los casos contrarios, donde existen grupos sociales con un desarrollo histórico y condiciones contextuales que facilitan sobremanera la posibilidad de tener acceso tanto al proceso productivo como a los beneficios de este.

Pareciera ser que son procesos antagónicos, pero ese no es el principal problema, este se centra en la descalificación para aquellos grupos más desprotegidos que pueden verse beneficiados por alguna o algunos de los beneficios de los regímenes de bienestar, lo que exacerba la pobreza y la desigualdad a través de la discriminación.

Es por ello que emerge la educación como un mecanismo sólido para atenuar dichas condiciones de inequidad, mediante el fortalecimiento de la motivación moral como ejes en los que graviten un cúmulo de elementos valorativos que permitan la construcción de una sociedad más justa y solidaria en la que todos y cada uno de los integrantes de la misma se reconozcan como iguales en términos de oportunidades.

Se puede decir que aún falta mucho para alcanzar dicho objetivo, sin embargo, hay que reconocer que el sistema educativo ha jugado y juega un papel central para moldear los valores morales que fortalezcan una sociedad más justa y solidaria.

Regeneración 19

rcogco@gmail.com