/ martes 26 de noviembre de 2024

Economía para todos / Salario digno, retos futuros

El anuncio de un incremento del 12% al salario mínimo en México para 2025 pone sobre la mesa una discusión crucial sobre su impacto en la economía y, particularmente, en la percepción del valor de los salarios profesionales.

Este aumento, que incluye a la región fronteriza, al resto del país y a los tabuladores específicos para oficios y profesionistas, responde a una política de recuperación salarial sostenida en los últimos años. Además, la reciente reforma a la Ley Federal del Trabajo que garantiza que estos incrementos no sean menores a la inflación busca proteger el poder adquisitivo de los trabajadores. Sin embargo, este avance también plantea tensiones: ¿qué sucede cuando los salarios mínimos alcanzan o incluso superan los salarios de profesionistas?

En las últimas administraciones federales se ha buscado recuperar el salario mínimo como una herramienta para combatir la desigualdad y mejorar las condiciones de vida de los trabajadores con ingresos más bajos, todo ello a partir de la iniciativa para la desindexación del salario mínimo en 2014. En ese sentido, la política ha sido efectiva en términos nominales: en 2016, el salario mínimo general era de $73.04 pesos diarios, mientras que, en 2024, alcanzó los $248.93 pesos en el país y los $374.89 pesos en la zona libre de la frontera norte. Este incremento ha sido justificado bajo la idea de dignificar el trabajo y cerrar brechas en una economía históricamente caracterizada por altos niveles de pobreza laboral.

No obstante, este crecimiento del salario mínimo, aunque positivo para los sectores más vulnerables, empieza a generar un "efecto de compresión" en la estructura salarial. Es decir, los salarios mínimos se están acercando a aquellos percibidos por trabajadores calificados o profesionistas, lo que podría reducir los incentivos para formarse en niveles educativos superiores o especializarse en determinadas áreas.

En México, el salario promedio de profesionistas ha sido, históricamente, un símbolo de avance social y movilidad económica. Sin embargo, en sectores como la salud, la educación y la administración, los ingresos de profesionistas están apenas por encima del salario mínimo, especialmente en empleos formales de nivel inicial. Esto podría generar una percepción de "desvalorización" del trabajo calificado, afectando tanto la motivación de los jóvenes como las decisiones de las empresas en términos de contratación y capacitación. Por ejemplo, si el salario mínimo sube un 12% cada año y los salarios profesionales crecen a un ritmo inferior, el diferencial entre ambos tiende a reducirse. Por lo tanto, esto puede desencadenar varias dinámicas, como distorsiones del mercado laboral, inflación por costos o reconfiguración del empleo informal.

Respecto a las bases teóricas, el debate de los salarios mínimos y sus efectos en el mercado laboral tienen raíces profundas en la teoría económica. Dos perspectivas que pudieran hacernos entender este fenómeno son la teoría de los salarios de eficiencia y la teoría de capital humano.

La primera, es propuesta por economistas como Carl Shapiro y Joseph Stiglitz (1984) donde sostiene que un salario alto ofrecido por la empresa puede aumentar la productividad de los trabajadores al mejorar su motivación, salud y desempeño. En ese sentido, el incremento del salario mínimo podría generar efectos positivos si motiva a los trabajadores de sectores informales a buscar empleos formales o si incentiva la inversión en capacitación.

Por otra parte, la teoría del capital humano expuesta por Gary Becker (1964) argumenta que los salarios reflejan el nivel de habilidades y educación del trabajador. Desde esta perspectiva, el estrechamiento entre los salarios mínimos y los de profesionistas sugiere un desequilibrio en la valoración de las capacidades adquiridas a través de la educación superior, pudiendo desincentivar la inversión en capital humano, especialmente en un contexto donde la deuda educativa puede ser alta y los beneficios económicos parecen menguar.

Con todo esto, el reto para México es encontrar un punto de equilibrio entre una política de salarios mínimos que promueva la equidad y una estructura salarial que respete las competencias. En tanto, el incremento al salario mínimo es un paso necesario para mejorar la calidad de vida de millones de mexicanos que lo perciben, sin embargo, no debe ser el único objetivo. Una verdadera transformación también requiere de políticas que fomenten la educación, la especialización y la innovación, asegurando que todos los sectores laborales puedan prosperar y que el esfuerzo de adquirir mayores competencias sea debidamente recompensado.

Regeneración 19