El regreso a clases marca el inicio de una nueva etapa en la vida de millones de estudiantes en México. Es un momento de expectativas y nuevas oportunidades, pero también de reflexionar sobre la importancia crucial de la educación en la construcción del futuro de nuestro país. La educación, más allá de ser un derecho fundamental, es el pilar sobre el cual se cimienta el desarrollo de cualquier nación. En México, esta verdad adquiere una urgencia particular, dados los desafíos y brechas que aún persisten en nuestro sistema educativo.
La educación en México, a pesar de los discursos optimistas y las promesas de reforma, sigue enfrentando enormes retos que, año tras año, parecen solo agravarse. La falta de infraestructura adecuada es uno de los problemas más visibles y persistentes. Muchas escuelas, especialmente en zonas rurales y marginadas, operan en condiciones lastimosas: techos que gotean, aulas sin ventilación adecuada, baños insalubres y falta de acceso a tecnologías esenciales.
Estas carencias no solo afectan la calidad del aprendizaje, sino que envían un mensaje devastador a los estudiantes: que su educación no es una prioridad. A esto se suma la desigualdad educativa, que refleja una realidad en la que no todos los niños y jóvenes tienen las mismas oportunidades de éxito. Mientras que, en las ciudades más grandes, algunas instituciones privadas ofrecen instalaciones de primer nivel y currículos internacionales, en las zonas más pobres, los estudiantes apenas reciben lo mínimo para pasar el año.
Esta disparidad perpetúa una brecha que, lejos de cerrarse, se sigue ensanchando, afectando la movilidad social y condenando a las generaciones más vulnerables a un ciclo de pobreza y exclusión. Por otro lado, las dificultades económicas de las familias mexicanas agravan la situación educativa de los menores. Muchas veces, los padres se ven forzados a elegir entre enviar a sus hijos a la escuela o mantener el hogar, lo cual es una decisión desgarradora que refleja la falta de políticas efectivas para apoyar a las familias más necesitadas, hechos que se han tratado de cambiar por sexenios con la implementación de programas sociales o becas. La educación, que debería ser un derecho inalienable, se convierte en un lujo que no todos pueden permitirse, y en ese proceso se pierde el potencial de miles de jóvenes que podrían contribuir de manera significativa al desarrollo y crecimiento económico del país.
Este regreso a clases, más que una celebración, debería ser un llamado a la acción para que todos, desde los gobiernos hasta la sociedad civil, nos comprometamos a cambiar las condiciones sombrías en las que se desarrolla la educación en nuestro país que año con año se siguen cuestionando. Porque la educación no es solo una etapa más en la vida de una persona; es la base sobre la cual se construye todo un futuro. Cuídese mucho.
Regeneración 19