/ martes 3 de diciembre de 2024

Economía para todos / Muro arancelario

El anuncio del recién electo presidente de los Estados Unidos (EE.UU.), Donald Trump, sobre imponer un arancel del 25% a todos los productos provenientes de México a partir de enero de 2025, ha puesto en alerta tanto a analistas como a los mercados financieros de ambos lados de la frontera.

Con un objetivo doble –presionar a México para controlar el narcotráfico y la migración, y repatriar empleos a Estados Unidos–, esta propuesta plantea interrogantes sobre su efectividad económica y su impacto en las relaciones bilaterales. Pero más allá del ruido mediático, esta medida puede analizarse desde teorías fundamentales del comercio internacional, que iluminan los costos y beneficios de las políticas proteccionistas.

Desde Adam Smith —padre de la economía moderna— el comercio ha sido entendido como una herramienta para el crecimiento económico. Su teoría de la ventaja absoluta explica cómo cada nación puede beneficiarse al especializarse en aquellos bienes que produce más eficientemente. México, por ejemplo, ha desarrollado una ventaja competitiva en sectores como el automotriz, los dispositivos electrónicos y la agricultura gracias a sus costos laborales competitivos, ubicación geográfica estratégica y sus múltiples acuerdos comerciales como lo es el T-MEC.

David Ricardo amplió esta idea con su teoría de la ventaja comparativa, argumentando que incluso si un país no tiene una ventaja absoluta, puede prosperar al especializarse en bienes en los que sea relativamente más eficiente. La integración de México al comercio norteamericano ejemplifica este principio: el país produce bienes como autopartes y dispositivos electrónicos que, aunque requieren mano de obra intensiva, complementan las capacidades industriales y tecnológicas de Estados Unidos.

Sin embargo, la visión proteccionista del presidente recién electo de EE.UU., parece ignorar estos fundamentos económicos. En su lugar, se apega al mercantilismo moderno, que busca maximizar los beneficios nacionales a través de políticas como aranceles. Este enfoque contrasta con las teorías económicas más contemporáneas, como el modelo de Heckscher-Ohlin, que enfatiza cómo la dotación de factores (mano de obra, capital, recursos naturales) puede determinar patrones de comercio internacional. En este contexto, México y Estados Unidos han desarrollado una interdependencia económica natural: mientras México aporta bienes intensivos en mano de obra, Estados Unidos exporta bienes de capital y tecnología avanzada.

Desde la perspectiva económica, los aranceles de Trump no solo contradicen estos principios teóricos, sino que pueden tener efectos contraproducentes. Para México, una medida como esta sería devastadora debido a su alta dependencia de las exportaciones a Estados Unidos, que representan más del 80% de sus ventas al exterior. Los sectores más afectados incluirían el automotriz, donde las cadenas de suministro están profundamente integradas entre ambos países, y el agrícola, donde Estados Unidos consume más del 90% de las exportaciones mexicanas.

En el caso de Estados Unidos, los efectos tampoco serían menores. El proteccionismo podría provocar un aumento en los precios al consumidor, alimentando la inflación en un momento crítico para su economía. La teoría de la eficiencia dinámica en el comercio internacional explica que los países se benefician de mercados abiertos porque permiten mayor competencia, fomentan la innovación y reducen costos. Imponer aranceles rompe esta dinámica, haciendo que los consumidores estadounidenses paguen más por los productos que ahora se fabrican localmente o se importan con impuestos adicionales.

Además, como señala el modelo de interdependencia compleja propuesto por Keohane y Nye, la economía global actual está tan interconectada que los costos de una política proteccionista se extienden más allá de las fronteras nacionales. Empresas estadounidenses con operaciones en México, verían aumentos en sus costos de producción, lo que encarecería sus productos en el mercado estadounidense. Por ejemplo, el gobierno mexicano ha estimado que el costo de una camioneta fabricada en México podría aumentar en $3,000 dólares por unidad si los aranceles entran en vigor.

Más allá de lo económico, la estrategia de Trump tiene un claro trasfondo político. La imposición de aranceles no solo busca satisfacer a su base electoral al prometer la repatriación de empleos, sino también presionar a México para que actúe contra problemas como el tráfico de drogas y la migración ilegal. Sin embargo, su historial muestra que estas amenazas suelen ser un recurso de negociación más que una medida concreta. En 2019, durante su primer mandato, una situación similar quedó en suspenso tras intensas negociaciones bilaterales.

Sin embargo, México no puede permitirse ignorar este anuncio. Con el T-MEC como pilar central de su economía, el gobierno mexicano debe prepararse para responder con medidas inteligentes. Esto implica fortalecer su capacidad de negociación, explorar nuevos mercados internacionales y avanzar hacia una diversificación comercial que reduzca su dependencia de Estados Unidos.

En ese sentido, esta amenaza arancelaria evidencia una vulnerabilidad estructural en la economía mexicana: su concentración en el comercio con Estados Unidos. Aunque el T-MEC ha impulsado el crecimiento comercial, también ha profundizado esta dependencia, dejando a México en una posición de desventaja frente a las tensiones políticas como la actual. Como recomiendan los expertos, México debe reforzar su participación en otros bloques comerciales, como la Alianza del Pacífico o el Acuerdo Transpacífico (CPTPP), para disminuir el riesgo de futuras presiones unilaterales.

En el fondo, los aranceles propuestos representan un retroceso a prácticas proteccionistas que las teorías económicas han demostrado ineficientes y costosas. Aunque su estrategia puede ser políticamente rentable, sus implicaciones económicas son preocupantes tanto para México como para Estados Unidos. Dicho de otra forma, en un mundo globalizado, las guerras comerciales son un juego de suma negativa: todos pierden.

México debe aprovechar esta advertencia como una oportunidad para fortalecer su capacidad de negociación y diversificar sus relaciones comerciales. Más allá de la retórica, la relación entre México y Estados Unidos debe priorizar la cooperación y el beneficio mutuo, apostando por la estabilidad económica y el desarrollo regional. Cuídese mucho.

Regeneración 19