En el reciente reporte del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) sobre la pobreza laboral en México, los datos arrojan una luz de optimismo al indicar que la proporción de la población cuyo ingreso laboral es inferior al costo de la canasta alimentaria ha disminuido a 35.0% en el segundo trimestre de 2024 respecto al segundo trimestre de 2023 cuando se registró un 37.8% de la población. Sin embargo, mientras las cifras de pobreza general atraen la atención, existe un problema subyacente que merece un análisis más profundo: la precariedad laboral.
A menudo, el debate sobre el mercado laboral en México se centra en el ingreso y en cómo mejorar los salarios de los trabajadores. Eso ha llevado a que, desde finales de 2014, se impulsaran políticas públicas para tratar de aumentar el salario mínimo al desindexarlo de diferentes conceptos como las multas, pagos y sanciones económicas. Con ello, se creó la Unidade de Medida de Actualización (UMA). Sin embargo, la precariedad laboral va mucho más allá de la falta de un salario digno. Este fenómeno, a diferencia de la pobreza laboral, no se limita a medir cuántas personas ganan por debajo de una determinada línea de pobreza. Se trata de la inestabilidad y vulnerabilidad en la que se encuentran millones de trabajadores mexicanos debido a la falta de seguridad social, la ausencia de contratos formales y las condiciones de trabajo inadecuadas.
Algunas teorías económicas que nos ofrecen marcos para entender la precariedad laboral van desde la perspectiva del mercado dual de trabajo hasta la teoría de la segmentación del mercado laboral. En la primera, que se ha planteado anteriormente en este espacio, se puede argumentar que existe una división en el mercado laboral mexicano entre un sector formal, que ofrece empleos con derechos y beneficios, y un sector informal, caracterizado por la falta de seguridad y estabilidad contractual. En México, donde la tasa de informalidad laboral ronda el 55.0%, este mercado dual es una realidad tangible para millones de trabajadores.
Por otro lado, la teoría de la segmentación del mercado laboral nos sugiere que diferentes grupos de trabajadores experimentan condiciones laborales dispares, incluso dentro del mismo sector. Esto se debe a factores como la educación, la capacitación, la experiencia laboral y las barreras sociales, lo que impide la movilidad entre segmentos y perpetúa la desigualdad. Para Tamaulipas, por ejemplo, con un 3.43% de tasa de desocupación en el segundo trimestre de 2024 y con un 40.8% de condiciones críticas de ocupación, la situación de precariedad laboral es alarmante.
Los datos del Coneval muestran que, aunque ha habido una disminución en la pobreza laboral, más de 45 millones de personas aún no pueden costear una canasta alimentaria básica. Este dato, aunque preocupante, es solo la punta del iceberg. El problema de fondo es que gran parte de la fuerza laboral mexicana se encuentra atrapada en empleos precarios. Estos empleos no solo ofrecen salarios bajos, sino que también carecen de beneficios —en menor o mayor grado— como acceso a seguridad social, protección frente a despidos injustificados, y posibilidades de capacitación y crecimiento.
En Tamaulipas, la tasa de desocupación ha mostrado una tendencia al alza en el último año, pero más preocupante, puede ser la calidad de los empleos que se han generado. Además, un alto grado de precariedad en el mercado laboral tiende a indicar que los trabajos disponibles no son suficientes para garantizar una vida digna para muchos trabajadores, llevando a buscar otro empleo o a disminuir su consumo, lo que afecta en el crecimiento económico del estado y del país. Esto, combinado con la alta tasa de informalidad laboral en varias regiones del país, sugiere que el verdadero reto no es solo generar más empleos, sino mejorar la calidad de los mismos.
Es crucial que el debate sobre la pobreza en México evolucione para incluir una discusión seria sobre la precariedad laboral. No basta con que más personas tengan trabajo y mejor remunerado; es necesario que esos trabajos ofrezcan condiciones que permitan a los trabajadores y a sus familias vivir con dignidad, con bienestar. Esto implica la necesidad de políticas públicas que promuevan y supervisen no solo la creación del empleo, sino la estabilidad, la seguridad y el bienestar en el trabajo.
Si bien la reducción en la pobreza laboral es un logro que debemos reconocer, no debemos perder de vista el verdadero reto que enfrenta el mercado laboral mexicano: la creación de empleos de calidad. Sólo así podremos hablar de un progreso real y sostenible para toda la población mexicana.
Regeneración 19