La llegada de cada nueva generación de teléfonos móviles de alta gama como los de la manzana genera una conversación pública que va más allá de la tecnología que nos lleva a reflexionar sobre el poder adquisitivo de los trabajadores en México y, por lo tanto, sobre las desigualdades salariales existentes. Aunque podría parecer superficial, este tipo de ejercicio permite arrojar luz sobre las diferencias tan marcadas que existen en nuestro mercado laboral.
Para un primer esbozo, y tomando en cuenta el salario mínimo en México que, para 2024 es de 248.93 pesos diarios para la mayoría del país, y de 374.89 pesos diarios para la Zona Libre de la Frontera Norte (ZLFN), así como el precio del modelo más reciente del teléfono móvil de la empresa de la manzana, cuyo costo es de 30,999 pesos de contado, según su página de internet oficial.
Esto quiere decir que, una persona que gana el salario mínimo en la ZLFN podría obtener este celular en aproximadamente 83 días, mientras que, para el resto del país, en 125 días. Cabe resaltar que esta estimación es dedicando el salario íntegro a la adquisición del dispositivo móvil y sin gastar en ningún otro bien o servicio.
Por lo tanto, esto deja entrever que a pesar de los enormes esfuerzos que se han realizado desde 2013 —empezando con la desindexación del salario mínimo— para incrementar el salario mínimo en nuestro país, sigue siendo insuficiente para satisfacer las necesidades básicas de millones de mexicanos, y ya ni qué decir de la adquisición de bienes de lujo, como este tipo de dispositivos. Por lo que la adquisición de un teléfono de alta gama sería un sacrificio considerable, prácticamente imposible si tomamos en cuenta que el salario diario debe destinarse a satisfacer necesidades como alimentación, vivienda, transporte, entre otros.
Ahora bien, utilizando los datos del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) como una fuente de información del mercado laboral formal en México, trato de replicar el mismo ejercicio para dilucidar la existencia de desigualdad de ingresos por género, región y sector económico para acceder a bienes de consumo, desde un bien de lujo como un teléfono móvil hasta las necesidades más básicas.
Dentro de las brechas más preocupantes en el mercado laboral se encuentra la de género. Según los datos más recientes del IMSS, en promedio, los hombres —$617.69— perciben salarios más altos que las mujeres —$542.22— hasta en 13.9 por ciento más. Esto se traduce en una diferencia clara en la capacidad adquisitiva entre ambos sexos.
Siendo así, mientras un hombre con un salario base de cotización diario promedio necesitaría 51 días de trabajo para adquirir el nuevo celular, una mujer, con ingresos promedio menores, necesitaría extender una semana más ese tiempo de ahorro —58 días—. Esta realidad es un reflejo directo de la persistente brecha salarial de género que continúa limitando el acceso de las mujeres a mejores ingresos y, por ende, a mejores condiciones de vida.
Ahora bien, la geografía económica en México también presenta otra gran barrera en la distribución equitativa de ingresos. Comúnmente se tiene la percepción de que los trabajadores de los estados del centro y norte del país tienen salarios promedio significativamente más altos que aquellos en estados del sur. Para ejemplificarlo con la adquisición de un celular de alta gama, en la Ciudad de México, en promedio se necesitarían 43 días para adquirir este equipo, mientras que, en Baja California, Nuevo León, Tamaulipas y Coahuila se ocuparían 47, 49, 51 y 53 días, respectivamente. En cambio, para estados del sur como Guerrero, Oaxaca, Michoacán y Chiapas deben prolongar el ahorro entre 63 y 66 días. Casos curiosos los de Sinaloa y Nayarit, cuyo periodo de tiempo para adquirir un celular de gama alta es de 68 y 67 días, respectivamente; siendo estos, los más altos a nivel nacional.
Esta desigualdad no es un fenómeno reciente. Estas disparidades regionales están profundamente arraigadas en la historia económica del país, y a pesar de los esfuerzos gubernamentales por fomentar el desarrollo regional, persisten las grandes diferencias en la remuneración del empleo entre las diversas entidades del federativas.
Por último, los sectores económicos también juegan un papel crucial en la capacidad adquisitiva de los trabajadores. De acuerdo a los datos de agosto 2024 del IMSS, los trabajadores del sector eléctrico, extractivo y manufacturero, gozan de salarios —en promedio— más altos en el país, mientras que los asegurados en el sector agrícola y de construcción enfrentan salarios mucho más bajos. Siendo así, para los primeros, adquirir un teléfono de gama alta puede ser un objetivo más alcanzable en términos de días de trabajo —27, 30 y 50 días respectivamente—, sin embargo, para los segundos, tendrían que trabajar considerablemente más para poder permitirse este producto, si es que llegaran a considerarlo como un bien accesible —de 71 a 76 días—. Esto refleja que las diferencias salariales no solo se deben a la región o el sexo del trabajador, sino también al sector en el que se desempeña.
Con este pequeño ejercicio entre diferentes segmentos del mercado laboral —formal— mexicano, no solo se revelan las marcadas diferencias entre los ingresos, sino que también pone sobre la mesa las profundas desigualdades estructurales del país, sobre todo la de género. Por lo que no es simplemente un tema de poder comprar un artículo de lujo, sino tratar de dilucidar la capacidad de los trabajadores para mejorar su calidad de vida, ahorrar, invertir y proyectar un futuro con seguridad económica.
Por ello, a pesar de los esfuerzos para acrecentar el salario mínimo en nuestro país, aún queda mucho trabajo por hacer para cerrar las brechas salariales —y de calidad de empleo, también— que existen entre hombres y mujeres, entre entidades federativas y entre sectores económicos. El desafío es monumental, pero sumamente esencial para asegurar que cada uno de los trabajadores tenga acceso a empleos dignos y bien remunerados, y no solo una minoría privilegiada en sectores específicos o regiones desarrolladas.