Está cerca la celebración o conmemoración del “Día de muertos” o “Santos difuntos”.
Los cementerios se visten de gala, el pueblo se da cita para recordar a sus seres queridos, aprovechando algunos para hacer lo que no hacen durante el año, limpiar las tumbas y poner flores.
Unos días antes la cultura norteamericana penetra nuestra convivencia con el famoso Halloween, mezcla de culto a los muertos y de fiesta para la cosecha (venida de Europa, Inglaterra, Holanda).
Permeables a todo lo que no es nuestro, las clases media y alta disfrazan a sus niños y los sacan a pedir “dulces o trucos de puerta en puerta”.
La muerte es el fin de la vida humana, de la existencia física. Es natural que temamos a la muerte, desde que nacemos empezamos a morir, no queremos saber de la muerte aunque siempre esté con nosotros, estando siempre conscientes de ella, nos angustia de vez en cuando la pérdida de un ser querido o del amigo, sin embargo en el fondo tal vez inconscientemente nos alivia que no hayamos sido nosotros.
Nuestros indios distinguían entre entierros primarios y secundarios, se enterraba al muerto, por decirlo así provisionalmente, cuando del cadáver quedaban solo los huesos, se celebraba una ceremonia para enterrarlos en una tumba construida y decorada. este segundo entierro se llevaba a cabo después de cuatro años, los huesos se pintaban de rojo, y se enterraban en la tumba, encima se colocaban la máscara y ofrendas funerarias, vasijas, comida, bebidas, vestidos, joyas y armas del difunto.
Todas las civilizaciones pasadas a su manera han respetado y venerado la muerte: China, Egipto y la nuestra, construían a los muertos grandes pirámides y templos, nuestra iglesia nos dice que hay una vida en el más allá, que la existencia física no es todo.
Los egipcios creían en una nueva vida, por ello embalsamaban al cuerpo que sería usado, y lo acompañaban de alimentos, bienes materiales y esclavos.
Entre nuestros pueblos indígenas la muerte está vinculada con la vida, los festejos a los muertos se llevan a cabo en tiempo de las cosechas, de la abundancia, sin embargo el destino del hombre es morir.
El rey poeta claramente lo dice:
“Somos mortales,
como pinturas nos iremos borrando,
como flor nos iremos secando,
señores águilas y tigres
aunque fueres de jade,
aunque fueres de oro
también halla iréis,
nadie habrá de quedar”.
"Por aquello de la vocación turística,
la parca vino al mercado
al no encontrar mas que escombros se asustó,
¡Yo no me los he llevado! dijo,
¿que se hicieron Juárez y Madero?
conmigo no es el pleito, dijo la alcaldesa,
con un poco de paciencia nuevos centros habrá!
“Hay muertos que no hacen ruido, llorona
y es más grande su penar”.