No se trata solamente de la renuncia de un alto funcionario de la administración del Estado Mexicano en el actual sexenio que apenas y ha sobrepasado los seis meses de vigencia. Se trata de la figura preponderante en el ejercicio recaudatorio que termina por sufragar los gastos de los programas que constituyen el proyecto de nación sobre el que se determinará el futuro de nuestro país.
No es el documento en el cual, Carlos Urzúa manifiesta su libre decisión de separarse del cargo que le fue confiado hace un semestre. Es una evidente declaración sobre un trasfondo del manejo de los recursos económicos y humanos que nada o muy poco dejan de beneficio para la secretaría más importante de cualquier gobierno habido o por haber.
No fue solamente “patear el pesebre” como alguien dijo por allí, ya que el otrora funcionario hizo pública la renuncia por medios personales - informales -, primero y, posteriormente, le hizo llegar el documento a quien se muestra como representante del poder ejecutivo de la nación, Andrés Manuel López Obrador, el cual, de inmediato, hizo lo que le correspondía: Nombrar a un sucesor y minimizar el hecho asegurando que “no hay que rasgarse las vestiduras”.
Y es que, como lo mencionamos al principio, el jefe del Estado Mexicano está rodeado por figuras estratégicas que soportan al aparato burocrático nacional, todas igual de valiosas, sin embargo por su significación e impacto, podemos decir que dos son medulares: La Secretaría de Gobernación que, hasta este momento, está liderada por Olga Sánchez Cordero y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público que ahora está en las manos de Arturo Herrera, hombre incondicional a la figura del tabasqueño, desde años atrás.
Esta inusual situación nos llama a la reflexión desde tres ópticas que, cada una, lleva un peso de razón, y es tan cuestionable uno como el resto.
El primero, que pudiera resumirse a que “el fondo es forma” y que se puso de manifiesto con una caída del poder adquisitivo de la moneda mexicana en los mercados internacionales y la, prácticamente, instantánea alza del dólar, después de que se diera a conocer la salida del funcionario. En otras palabras, el “golpe” causó mella en el sentir y percepción de la estabilidad mexicana en la comunidad internacional pues, como dijimos antes, no se fue cualquier persona.
El segundo, que cae en el dicho que reza “No hay que hacer una tormenta en un vaso con agua”. Es decir que, si bien es cierto que “abandonó el barco” un alto funcionario, seguramente habrá veinte que se peleen el lugar y muchos lo podrán sobrepasar en talento, inteligencia y experiencia profesional para llevar a buen puerto la encomienda que se le está otorgando. Como es el caso del recientemente nombrado, Arturo Herrera.
Y la última perspectiva, que sí nos debe llamar la atención y no podemos pasar por alto, es aquella que se sintetiza con la máxima pechada en los años ochenta por el “Divo de Juárez” que dicta “Lo que se ve, no se juzga”.
Ya que lo que se puede leer entre líneas es que aquello que se vendió como un cambio al interior de la estructura orgánica de las dependencias públicas no ha cambiado mucho de las prácticas comunes de otros escaparates políticos, la gran diferencia es que ahora se ventila como motivo principal de la separación del responsable o titular y, curiosamente, no es el primero que argumenta cuestiones similares, tal es el caso de quien, en su momento, ocupara la dirección del Instituto del Seguro Social, al insinuar que estaban metidas “otras manos” en dicha organización.
Por otra parte, el abundar en el tema para acallarlo al final ante los representantes de los medios de comunicación en las ya tradicionales “mañaneras”, quizá no fue lo mejor. Pues el reconocer que hay discrepancias o malos entendidos entre los miembros del gabinete, como se citó a la figura de Alfonso Romo, considero, era innecesario
Aunque haya quien declare que es un gesto de honestidad o que, por lo menos, eso fue lo que se persiguió, la razón fundamental para indicar lo contrario también la podemos circunscribir a un refrán que está lleno de sabiduría: “La ropa sucia se lava en casa”.
Para algunos extremistas, que quizá tengan razón, como lo he dicho en entregas pasadas, solo el tiempo lo dirá. Esa declaración vertida por el propio Presidente de los Estados Unidos Mexicanos, puede ser considerada como el acto de reconocer que hay una fractura al interior de su equipo de trabajo, por lo que está siendo “parchado” y “remendado” por “bateadores emergentes”. Disculpe usted el abuso de las comillas.
Para el resto, son simplemente “Inadaptados de la 4T”, aunque parezca peyorativo el término, le pido que lo entendamos de una forma literal. La pregunta entonces sería ¿Si no compartían desde un principio el paradigma de trabajo del tabasqueño por qué aceptaron el puesto? Y la otra ¿Por qué el tabasqueño les invitó a ser sus colaboradores?
Debemos estar al pendiente, sin duda alguna, gentil amigo lector.
¡Hasta la próxima!
Escríbame y recuerde, para mañana ¡Despierte, no se duerma que será un gran día!