Después de haber leído en EL SOL DE TAMPICO que ya existía la franca intentona de conseguir un aumento al pasaje para el año entrante por parte de las agrupaciones de trabajadores del volante que operan en la zona conurbada bajo el argumento de que ya son insostenibles las condiciones de vida con lo que actualmente se obtiene por el servicio que brindan a los usuarios, decidí viajar en estas unidades por algunos días y aprovechar para dialogar con algunos de los operarios para conocer su sentir al respecto.
Resulta curioso que, de forma indirecta a estos hombres y mujeres los ha afectado la pandemia ocasionada por el Covid-19, tanto o más que a cualquiera de nosotros, pues en su primera etapa y ante el confinamiento urgido por las autoridades, el modus vivendi de los choferes, prácticamente, fue nulo en cualquiera de sus expresiones, entre ellas, la económica.
No obstante, y ante la recuperación de la dinámica económica a nivel nacional en la que, inevitablemente, están inmersos los concesionarios de las diversas rutas, han visto la oportunidad de demandar al Gobierno del Estado el impostergable aumento de varios pesos a los nueve que ya se cobran en las rutas denominadas “cortas”.
En aquellas rutas largas que operan en Altamira y que cobran “a ojo de buen cubero”, así como otras que no son reconocidas por las propias autoridades en las que algunos individuos hasta se pueden dar el lujo de amenazar a los ocupantes cuando protestan por un cobro injusto, vuelven este tema casi intocable.
Ante la divulgación de la nota, la población se ha manifestado en contra de esta tentativa a través de las redes sociales declarando que existen varios factores por los que sería un acto de imprudencia -por decir lo menos- el hecho de subir tan siquiera un peso a lo que actualmente se está cobrando.
De entre todas las quejas podemos destacar las condiciones en que actualmente se encuentran buena parte de las unidades de diferentes tamaños. Algunas incluso que bien pudieran considerarse como chatarra.
En la ruta Tampico-Universidad existen unidades de todo tipo. Aquellas que son de reciente adquisición y otras que se han negado por alguna u otra razón a ser desplazadas por modelos más recientes. Lamentablemente de esta línea puedo destacar dos detalles por experiencia propia. El primero de ellos es el trato majadero de uno de los conductores para con los usuarios y el segundo es el aroma a suciedad que despedía desde el interior la vestidura del automóvil.
Caminé hasta el bulevar Fidel Velázquez y abordé un microbús de la línea Tampico-Altamira en el que, además de la música ensordecedora que había dispuesto el chofer que presumía sus dotes de galán con una señorita que le acompañaba, incomodó a los pasajeros la actitud de descuido con la que el hombre condujo hasta llegar a un punto en el que descendió por un lapso considerable para comprar algún alimento para desayunar.
Cabe hacer mención que, al día siguiente, repetí la estrategia y si bien es cierto que en esta ocasión no había música, ni imprudencias por parte del conductor, también debo reconocer que la unidad no se encontraba en las mejores condiciones y, a mitad del trayecto y después de haberse detenido involuntariamente en dos ocasiones, el resignado trabajador nos pidió que abordáramos otro vehículo de la misma ruta que ya venía lleno porque en el que viajábamos ya no podía proseguir por una falla mecánica.
Para volver de Altamira a Tampico abordé cierta unidad de la ruta Altamira-Central Camionera. ¡Qué lamentable situación!
El chofer se prodigó en insultos y ofensas para los demás conductores sin importarle si consigo viajaban niños y mujeres. Una de las damas que se vio en la necesidad de cambiar la esquina en la que había pedido su descenso recibió como respuesta palmoteos en el volante y murmurados agravios en contra de su progenitora por parte del individuo que manejaba.
Un hombre con evidentes problemas de columna se aventuró a reclinar un poco el respaldo de su asiento y, sin mediar palabra, el operario metió mano en el seguro del mismo haciendo que, de golpe, volviera a su condición anterior, mientras otra tanda de majaderías se lograba escuchar de la boca del chofer.
Decidí hacer transbordo en la avenida Ejército Mexicano, en donde tomé un vehículo de la ruta Colonias-Centro, allí platiqué con el responsable del vehículo quien me dijo, al igual que todos los demás que “… son muchos problemas; la gasolina sigue subiendo, se siguen dando concesiones sin ton ni son, nos piratean las rutas y no podemos hacer nada y ahora con los Uber hay menos pasaje…¡Ya no la hacemos!”
Esos fueron los mismos argumentos que escuché de los conductores de las seis o siete rutas en las que pude platicar con ellos.
¡Sí! ¡Es verdad que, para todos, las condiciones económicas a las que nos enfrentamos son cada vez más complejas! ¡También es cierto que a diferencia de algunos que tienen varios empleos, oficios o clientes en el día, los choferes solo pueden dedicarse a una sola labor y dependen de lo que esta les genera como ingreso! ¡Indiscutible que la gasolina, las refacciones, los servicios y demás siguen subiendo sus precios!
Empero, a pesar de todo, hay una cosa que podemos asegurar. Si las unidades en general -autobuses, microbuses, combis y autos compacto- con las que se da el servicio estuvieran en buenas condiciones, se moderara el volumen de la música, se condujera de manera responsable y se tratara decentemente a los usuarios, no habría inconformidad alguna, ni competencia que les mermara sus ganancias, sin embargo, los amigos del volante le están apostando a la “regla del mínimo esfuerzo” esperando que se obtengan extraordinarias ganancias.
¡Y hasta aquí!, pues como decía cierto periodista: “El tiempo apremia y el espacio se agota”.
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Y recuerde, será un gran día.