El presidente electo, Donald Trump, reveló su propósito de aplicar aranceles de 25% a todos los productos importados desde México y Canadá con la intención de coaccionar a ambos países para detener el flujo de drogas y la migración indocumentada. Esta pedrada declarativa podría dar comienzo a una guerra comercial de grandes proporciones, según observadores.
La citada declaración dio paso a una carta dirigida al presidente electo de Estados Unidos, donde la presidenta de México Claudia Sheinbaum Pardo le da a conocer las ventajas de trabajar con un objetivo común en el marco del T-MEC, y lo previene del desastre económico, social y humano que traería para ambas naciones la aplicación de los citados aranceles.
Es complicado creer que por ignorancia, Trump no conozca que imponer su pretendida estrategia provocaría la pérdida de miles de puestos de trabajo y un dolor social de consecuencias irreversibles en su población, hecho del cual fue advertido de manera inteligente y comedida por la Presidenta de México, con argumentos claros y valientes. Sheinbaum dijo, entre otras cosas, que el 70% de las armas que se usan ilegalmente en nuestro suelo proceden de la Unión Americana.
En la conferencia de la mañana, el secretario de Economía Marcelo Ebrard, enumeró las consecuencias de elevar los aranceles, al adelantar la posible pérdida de 400 mil empleos en Estados Unidos y el incremento de tres mil dólares por unidad en el precio de las camionetas.
La manera de negociar de Trump es ya conocida. Obedece a la forma prepotente de imponer la ideología del trumpismo paleo conservador y neo nacionalista, aun a veces por sobre los derechos humanos y la más elemental lógica económica.
Donald Trump es la descripción didáctica de la postura colonialista que necesita servidores, no colaboradores; gobiernos dóciles, “adversarios” que se sometan a su ley, que es la ley del mas fuerte.
La libre autodeterminación de México no es negociable, pese a los designios del llamado “Destino manifiesto” que enarbola el gigante opulento que tenemos por vecino.
Ya no es tan sencillo para Estados Unidos seguir interviniendo en Latinoamérica (y el mundo), por razones económicas que están fuera de toda lógica.
México tiene como defensa mostrar su propia importancia como país soberano en la mesa de las discusiones. Con una política exterior valerosa y digna. Con firmeza y argumentos e ideas razonables y valientes.
Hoy más que nunca se requiere de elementos conscientes de su responsabilidad, de nuestra independencia y que aun expuestos a los avatares de la ley del más fuerte que impera en el panorama internacional, sepan desempeñarse con gallardía al momento de defender a nuestro país y su política de libre autodeterminación de los pueblos, que es un muro de contención contra las ambiciones de potencias, a las que lógicamente no se les puede enfrentar en el campo de batalla, pero sí en los foros internacionales al momento de las discusiones.
Las instituciones son garantes de la fuerza de nuestro país. Su fortalecimiento nos permite resistir las presiones del poder, invisibles y decisivas a cargo de la poderosa maquinaria ejecutiva, legislativa y judicial de Washington D.C.
La consolidación y fomento de un Régimen de Garantías en lo interno, y el establecimiento de buenas relaciones con nuestros vecinos del norte, en todo lo posible, es un requisito indispensable bajo términos dignos, al considerar que la mayor preocupación Allende el río Bravo es todo aquello que hoy atañe a la seguridad, la migración y la renegociación del T-MEC.
Comercio y migrantes son palabras clave para Trump y sus cercanos colaboradores en la relación bilateral. El Gobierno de México lo sabe y juega sus cartas.
Qué bueno que tenemos a Sheinbaum.