/ sábado 12 de octubre de 2024

Cantos del Poder / Miscelánea sabatina

La lectura de los grandes autores nos libera por momentos del estruendoso combate entre los principales instintos que gobiernan la conducta del hombre: Tánatos, que aspira a separar y, simultáneamente, Eros –símbolo claro del amor. Tánatos, acogido bajo el signo de Marte, dios de la guerra latino, encarna la doctrina, pensamiento y anhelos de supremacía del individuo, bajo el postulado de que el hombre es “el lobo para el hombre”, doctrina que con magistral elocuencia enunció en su obra Leviatán, Tomás Hobbes.

La mayor parte si no es que la totalidad de los desequilibrios y descompensaciones entre los países y los individuos se inicia de la lucha permanente entre Tánatos y Eros, necrófilos y biófilos, entre los que pretenden la destrucción y los que aman la vida. Proceso en marcha, de resultado incierto, aún.

Deseamos creer que el hombre no está lo suficientemente “loco” como para hacer que estalle un conflicto nuclear entre Rusia y Estados Unidos –que confiamos no ocurra-, porque el efecto sería cientos de miles de veces mayor a lo que produjo la explosión atómica sobre Hiroshima en el Japón. Pero es oportuno decir que hace miles de años, Homero, al ver aquellas terroríficas catapultas que lanzaban por vez primera, dentro de los muros de Troya el fuego griego, sembrando la destrucción y la muerte, exclamó: “esta será seguramente la última guerra”. “Esta arma es tan terrible, que no habrá en el futuro quien se atreva a agredir”. Pero desde entonces, y antes, el hombre ha estado en lucha permanente, y en la historia mundial son más los días de guerra que los lapsos de paz.

Se atribuye una frase a Albert Einstein, quien junto con Max Plant, lograron la desintegración del átomo. Un alumno le preguntó sobre la forma en que se libraría la Tercera Guerra Mundial. “Mire usted, no sé cómo será la Tercera Guerra Mundial. Lo que sí le digo es que la cuarta será a palos y pedradas”. Esperemos se equivoque y la visión de este escenario apocalíptico evite la tragedia.

Está claro que nuestro planeta no resistiría los efectos catastróficos de una guerra termonuclear. Y no es quien comience el ataque, los perdedores seremos todos. Sería el holocausto. Excepto para algunos en la Casa Blanca de Washington, D.C. y el Kremlin, que tal vez creen que en una guerra nuclear habrá un vencedor.

El ciudadano común ve con temor, cómo unos cuantos conducen al mundo al filo de la navaja, sin que parezca haber un límite para la ambición de poder, que frisa en la neurosis. Existe un deseo -esperanza al fin—, de que la jornada electoral allende el río Bravo en noviembre próximo, traiga la llegada de los nuevos ”señores y señoras de la guerra” y surja algo para que impidan se oprima el fatídico botón.

En Colombia los opositores del presidente Gustavo Petro han abierto una investigación en su contra. Pretenden un golpe de Estado echando mano del lawfare (guerra jurídica), sistema de justicia para perseguir y neutralizar, hasta destruir, a los adversarios políticos. Igual se consumó con el presidente de Perú, y se intentó hacerlo contra AMLO. Es la misma táctica para puros presidentes de izquierda. ¿Por qué será? ¿falta de imaginación de los opositores?

Resalta el interés con que las autoridades y agencias del vecino país del norte observan las presiones políticas para desestabilizar gobiernos al sur de sus fronteras. No es un hecho casual ni pueril. Viene de un país cuya historia con Latinoamérica es la de una nación con el ejército más poderoso del mundo, que dice este gobierno no nos gusta, vamos a derrocarlo por motivos económicos.

La desestabilización como arma política dispone de numerosos recursos. Entre otros, la archipoderosa Inteligencia Artificial, que permite obtener y agrupar datos de millones de individuos e influir en grupos y personas. Existen servicios de empresas a cargo de expertos en conseguir el apoyo público en procesos electorales competidos y favorecer la obtención de los votos necesarios. Es posible la utilización de los prejuicios, emociones y miedos del público a partir de datos que son tomados sin el conocimiento de millones de individuos que navegan por el ciberespacio.

Donald Trump, candidato republicano a la presidencia de su país, obtuvo millones de votos con la promesa de erigir un muro en la frontera con México, tocando fibras sensibles de grandes sectores de la población. Y hace poco dijo que los inmigrantes traen “malos genes” (además de que se comen a los perros, los gatos y las mascotas de los estadounidenses). Solo es necesario pulsar los botones emocionales adecuados para que señalamientos ilógicos, en contra de grupos deslegitimados, como la población indocumentada (pero se puede presentar en cualquier otro tema), tengan una perspectiva creíble, a ojos de muchos.

Sorprende que ni con la “ lawfare”, los adversarios políticos del expresidente y candidato republicano, Trump, hallen una manera efectiva de neutralizar su activismo incansable y arriesgadas acusaciones, pese a tratarse de ataques a los derechos civiles y a libertades que se dan por hechas.

Una vez creado el clima del odio y el miedo en la mente colectiva, lo demás es sencillo.

Hablando de la Reforma electoral:

LO BUENO: Su aprobación (y que es ya constituyente).

LO MALO: el voto en contra de tener una justicia popular.

LO FEO: los grupos de porros que trataron de impedir la votación en la Cámara de Senadores.

LO RECONTRAFEO: Que se trate de complicar la citada Reforma, todavía.