Lo que debe preocupar, a mi juicio, es que a nuestro todopoderoso vecino del norte y socio del T-MEC “se le haga bolas el engrudo” y se enrede en una atroz y desgastante lucha postelectoral, en la que sus instituciones se debiliten por el descontento de la población, creado por ellos mismos (el trumpismo existe aun sin Trump, dijo quien no mintió).
Lo anteriormente expresado, lo digo de manera interesada, sí, porque millones de connacionales residen allende el río Bravo, y es mejor que haya estabilidad política y paz social. No me causa gracia ver una confrontación de tal magnitud. Además, hoy estamos más que nunca atados a las políticas de nuestros socios comerciales, hecho que nos liga a su régimen eminentemente pretoriano; sistema caracterizado por un contacto creciente y mayor cooperación entre oficiales militares y los civiles en materia política, bélica, científica, y en los negocios.
Una vez más se nos escapó la medalla de oro. Nuestro representante en el boxeo olímpico, Marco Verde, ya en la final, después de derrotar a pugilistas de India y de Inglaterra, fue a perder contra el uzbeko, Asadkhuja Muydinkhujaev, cuyo nombre más bien parece un trabalenguas. A Verde, se le indigestó el uzbeko o tuvo miedo al éxito, y aceptó finalmente la medalla de plata. El segundo lugar es bueno, solo que nos remite a un trauma del deporte nacional no curado del todo: el complejo de Moisés, quien se quedó a un paso de la tierra prometida. Verde estuvo cerca de la gloria, pero ofreció una pelea floja, sin la fuerza necesaria para convencer a jueces estrictos, y si bien le alcanzó para el segundo puesto, las expectativas apuntaban al áureo metal.
Lo peor es que todo quede en nada, que sea un desahogo, una suerte de catarsis, un intercambio epistolar, el envío de una carta “sin sobre” de AMLO a Joe Biden, para solicitar, según parece, el retiro del financiamiento de su gobierno a “ mexicanos en contra de la corrupción y la impunidad". Sería bueno que se pusieran los puntos sobre las íes en la citada misiva. Porque una cosa es que este grupo en su ideario y plataforma política señale una serie de tareas y actividades sociales, y otra muy distinta que en la práctica tales acciones se limiten a trabajos que más parece “agitar el agua” o ejercer presión sobre la autoridad, pero sin la convicción de resolver problemas sociales.
Ciertamente, varias de esas acciones son legítimas, nadie lo niega. Forman parte de las garantías individuales y sociales que engloba nuestra Carta Magna. Pero la intención de las mismas en forma mayoritaria, más que demostrar su solidaridad con el pueblo, son “ideológica y políticamente interesadas”. Ahora bien, sin menoscabo de la carta susodicha, el gobierno del otro lado del río Bravo tradicionalmente lleva a cabo dos maneras de negociar, una por arriba de la mesa, y otra, la real, por debajo de la mesa. Se reconfirma la premisa de que Estados Unidos no tiene amigos, solo tiene intereses. Y tan tan, por hoy san se acabó.