/ sábado 22 de junio de 2024

Cantos del poder / Miscelánea sabatina

El 18 de junio del presente se cumplió un año de la implosión del Titán, (artefacto que me niego a llamarlo submarino). La embarcación de Ocean Gate intentó acercar a sus cinco tripulantes a los restos del Titanic, encallado a tres mil seiscientos metros de profundidad en el océano Atlántico. Aproximadamente una hora y cuarenta y cinco minutos después de comenzar la marcha, los que viajaban en la estructura… desaparecieron. La nave fue destrozada por la “excesiva presión cercano al lecho marino”. Los daños fueron prolijamente calculados, como corresponde a una sociedad basada en el dios costo-beneficio.

A un año de la tragedia, un cofundador de Ocean Gate, dijo que planea enviar humanos al planeta Venus. Y que lo hará en forma segura. La atmósfera venusina es poco amigable a la vida humana, pero el directivo afirma que la clave para superar los problemas es la tecnología.

Y ya que hablamos de naves submarinas, lector, lo invito a un viaje imaginario como en un filme de "joligud", a bordo de un sumergible microscópico con rumbo al interior de un cuasi líder político de la oposición, el mismo que le hizo berrinche a la excandidata de sus colores a la presidencia de la república. Todo por que ella reconoció el triunfo de sus adversarios electorales.

Pero ya de vuelta al plasma del líder mencionado, el capitán del sumergible ordena dirigirse a la arteria carótida y sus coordenadas, rumbo al lóbulo frontal del cerebro, donde habita la experiencia cognitiva y el pensamiento lógico. Uppss. El daño es visible. Extenso. El cerebro no le permite reconocer el triunfo apabullante de Sheinbaum en los comicios generales. ¡Epa! En el hemisferio izquierdo existe una afectación de los nervios craneales; pero eso no le impide recibir órdenes para desplegar la guerra sucia.

¡Desconecten motores!, exclama el capitán. ¿Que tenemos aquí? El quiasma óptico se dañó. Los centros auditivos, también. De ahí el “ni los miro ni los oigo”. Ahora tiene sentido.

Enfilemos el barco submarino con rumbo al tórax. El estómago es el doble de lo normal. Los riñones conservan su capacidad de filtración. En el hígado hay piedrecillas de reciente cuño, quizás por la ambicion insana de aferrarse al podio, negarlo todo, hacerse el simpático al posar para la foto con la excandidata, como si nada.

Lector, la última y ya. Ante los destrozos que puede dejar un ciclón, un terremoto o cosa parecida, hay quienes ven la oportunidad de privatizar servicios y obras públicas para embolsarse mucho dinero fácilmente. No es la primera vez que sucede, y tampoco será la última, desgraciadamente. A escasos días de que el huracán "Sandy" tocara tierra en costas de los Estados Unidos, castigando fuertemente a la ciudad de Nueva York, se previno que el tiempo de reconstrucción sería lento, a causa de la falta de dinero. Inmediatamente, comenzaron a surgir voces de grupos contratistas y de bienes raíces que manejan miles de millones de dólares para decir que muchos de esos proyectos de obras públicas no deberían ser públicos, y que los gobiernos cortos de dinero deberían voltear hacia esa opción, significando que obras propiedad del Estado como edificios, puentes, carreteras y otra infraestructura podrían pasar a ser administradas por entidades privadas, las cuales tendrían constitucionalmente, la potestad de cobro de peajes, rentas e incluso injerencia directa en la determinación de las políticas de uso, cosa que las leyes de Nueva York no permiten; aunque sí otros estados de la Unión Americana. De este modo, si bien no ilegal, pero injusto, patrimonio social producto de años de trabajo, sudor y esfuerzo (muchas veces hasta llegar al máximo sacrificio), llega a manos privadas.

Ahora sí, amable lector, la última y nos vamos. El derecho y facultad de los gobernantes para seleccionar a sus cercanos colaboradores se habilita conforme al artículo 89 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que trata de esta prerrogativa. Lo remarcable es que nadie en ningún tiempo, que se sepa, ha escogido a sus colaboradores entre los enemigos; criterio que en palabras de jurisconsultos, de ninguna forma puede considerarse como inconveniente legal o moral, al momento de descartar a una persona para ocupar un cargo. No obstante, la norma a veces se incumple por motivos conocidos o no. En realidad, el grado de peligrosidad de un político en “la banca”, solo depende del prestigio que pueda tener en sí mismo o haber dejado como funcionario público, pero es un peligro relativo. Y san se acabó.

Colofón. Se viven tiempos interesantes y complicados por la Reforma Judicial y el virtual choque directo del gobierno de la 4-T, el Congreso y la Suprema Corte de Justicia. La elección popular de Ministros, Magistrados y Jueces requiere de altura de miras y tener en cuenta una frase al momento de las discusiones: es tiempo de conciliar.

Se pretende que el Tribunal Supremo tenga 9 ministros en lugar de 11. Y sean 12 años de servicio y no 15, como ahora. Éstas y otras situaciones que intentan acabar con la impunidad generan una serie de preguntas sobre el crecimiento de la “burocracia” judicial, y aun cuestiones acerca de los deberes fijados a la presidenta del Tribunal Supremo, que están presentándose. Pese a que no se advierte que alguien abogue por el aumento de los miembros la Suprema Corte de Justicia, ni siquiera entre los miembros de la Judicatura, se avizora una fuerte oposición, que incluye la posibilidad del amparo para impedir que se examinen periódicamente las acciones ejercidas por la Judicatura sobre el ejercicio de atribuciones que no le son asignadas por la Constitución.

Aunque es siempre necesario mantener la independencia y la separación de los tres poderes, los constituyentes de 1917 también contemplaron que habría coordinación entre estas ramas, con el propósito de llegar a un objetivo común, por lo que tendrían que consultarse sobre algunos temas. Esto es fundamental cuando la Suprema Corte de Justicia, si bien actúa en la resolución de conflictos por intermedio de procedimientos legales, su función no deja de ser política. De hecho, decide controversias de orden electoral.

El 18 de junio del presente se cumplió un año de la implosión del Titán, (artefacto que me niego a llamarlo submarino). La embarcación de Ocean Gate intentó acercar a sus cinco tripulantes a los restos del Titanic, encallado a tres mil seiscientos metros de profundidad en el océano Atlántico. Aproximadamente una hora y cuarenta y cinco minutos después de comenzar la marcha, los que viajaban en la estructura… desaparecieron. La nave fue destrozada por la “excesiva presión cercano al lecho marino”. Los daños fueron prolijamente calculados, como corresponde a una sociedad basada en el dios costo-beneficio.

A un año de la tragedia, un cofundador de Ocean Gate, dijo que planea enviar humanos al planeta Venus. Y que lo hará en forma segura. La atmósfera venusina es poco amigable a la vida humana, pero el directivo afirma que la clave para superar los problemas es la tecnología.

Y ya que hablamos de naves submarinas, lector, lo invito a un viaje imaginario como en un filme de "joligud", a bordo de un sumergible microscópico con rumbo al interior de un cuasi líder político de la oposición, el mismo que le hizo berrinche a la excandidata de sus colores a la presidencia de la república. Todo por que ella reconoció el triunfo de sus adversarios electorales.

Pero ya de vuelta al plasma del líder mencionado, el capitán del sumergible ordena dirigirse a la arteria carótida y sus coordenadas, rumbo al lóbulo frontal del cerebro, donde habita la experiencia cognitiva y el pensamiento lógico. Uppss. El daño es visible. Extenso. El cerebro no le permite reconocer el triunfo apabullante de Sheinbaum en los comicios generales. ¡Epa! En el hemisferio izquierdo existe una afectación de los nervios craneales; pero eso no le impide recibir órdenes para desplegar la guerra sucia.

¡Desconecten motores!, exclama el capitán. ¿Que tenemos aquí? El quiasma óptico se dañó. Los centros auditivos, también. De ahí el “ni los miro ni los oigo”. Ahora tiene sentido.

Enfilemos el barco submarino con rumbo al tórax. El estómago es el doble de lo normal. Los riñones conservan su capacidad de filtración. En el hígado hay piedrecillas de reciente cuño, quizás por la ambicion insana de aferrarse al podio, negarlo todo, hacerse el simpático al posar para la foto con la excandidata, como si nada.

Lector, la última y ya. Ante los destrozos que puede dejar un ciclón, un terremoto o cosa parecida, hay quienes ven la oportunidad de privatizar servicios y obras públicas para embolsarse mucho dinero fácilmente. No es la primera vez que sucede, y tampoco será la última, desgraciadamente. A escasos días de que el huracán "Sandy" tocara tierra en costas de los Estados Unidos, castigando fuertemente a la ciudad de Nueva York, se previno que el tiempo de reconstrucción sería lento, a causa de la falta de dinero. Inmediatamente, comenzaron a surgir voces de grupos contratistas y de bienes raíces que manejan miles de millones de dólares para decir que muchos de esos proyectos de obras públicas no deberían ser públicos, y que los gobiernos cortos de dinero deberían voltear hacia esa opción, significando que obras propiedad del Estado como edificios, puentes, carreteras y otra infraestructura podrían pasar a ser administradas por entidades privadas, las cuales tendrían constitucionalmente, la potestad de cobro de peajes, rentas e incluso injerencia directa en la determinación de las políticas de uso, cosa que las leyes de Nueva York no permiten; aunque sí otros estados de la Unión Americana. De este modo, si bien no ilegal, pero injusto, patrimonio social producto de años de trabajo, sudor y esfuerzo (muchas veces hasta llegar al máximo sacrificio), llega a manos privadas.

Ahora sí, amable lector, la última y nos vamos. El derecho y facultad de los gobernantes para seleccionar a sus cercanos colaboradores se habilita conforme al artículo 89 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que trata de esta prerrogativa. Lo remarcable es que nadie en ningún tiempo, que se sepa, ha escogido a sus colaboradores entre los enemigos; criterio que en palabras de jurisconsultos, de ninguna forma puede considerarse como inconveniente legal o moral, al momento de descartar a una persona para ocupar un cargo. No obstante, la norma a veces se incumple por motivos conocidos o no. En realidad, el grado de peligrosidad de un político en “la banca”, solo depende del prestigio que pueda tener en sí mismo o haber dejado como funcionario público, pero es un peligro relativo. Y san se acabó.

Colofón. Se viven tiempos interesantes y complicados por la Reforma Judicial y el virtual choque directo del gobierno de la 4-T, el Congreso y la Suprema Corte de Justicia. La elección popular de Ministros, Magistrados y Jueces requiere de altura de miras y tener en cuenta una frase al momento de las discusiones: es tiempo de conciliar.

Se pretende que el Tribunal Supremo tenga 9 ministros en lugar de 11. Y sean 12 años de servicio y no 15, como ahora. Éstas y otras situaciones que intentan acabar con la impunidad generan una serie de preguntas sobre el crecimiento de la “burocracia” judicial, y aun cuestiones acerca de los deberes fijados a la presidenta del Tribunal Supremo, que están presentándose. Pese a que no se advierte que alguien abogue por el aumento de los miembros la Suprema Corte de Justicia, ni siquiera entre los miembros de la Judicatura, se avizora una fuerte oposición, que incluye la posibilidad del amparo para impedir que se examinen periódicamente las acciones ejercidas por la Judicatura sobre el ejercicio de atribuciones que no le son asignadas por la Constitución.

Aunque es siempre necesario mantener la independencia y la separación de los tres poderes, los constituyentes de 1917 también contemplaron que habría coordinación entre estas ramas, con el propósito de llegar a un objetivo común, por lo que tendrían que consultarse sobre algunos temas. Esto es fundamental cuando la Suprema Corte de Justicia, si bien actúa en la resolución de conflictos por intermedio de procedimientos legales, su función no deja de ser política. De hecho, decide controversias de orden electoral.