/ domingo 6 de octubre de 2024

Callejón sin salida

Entre todos los efectos perniciosos que ha traído la polarización social, destaca el haber suministrado una falsa sensación de certeza, justicia y necesidad, que ha vuelto irreductible el discurso y posición política de cada bando.

Cada bando, cada personaje se asume como el vehículo y encarnación de un mandato providencial que va más allá de la razón que solo se puede sentir, pero no transmitir por el lenguaje o reflexión, de otra forma no hay explicación para que el sello de esta época sea la cancelación del diálogo y el debate.

La ausencia de humildad, generosidad y altura de miras es sustituida por el rayo vengador de la voluntad del pueblo, que se ejecuta sin dilación, ni contemplación.

Finalmente, los que hoy ostentan el poder político, en una escala sin precedentes, sienten que la historia milita de su parte, su éxito electoral se los indica, su altísimo porcentaje de votación los ratifican en todo aquello que se sientan llamados hacer, los votos, que para este propósito se han convertido en la flecha del destino, no se equivoca. Y, sin embargo, lo han hecho, los ciudadanos también se equivocan, tantas o iguales veces que los políticos cometen errores, interpretar las preferencias electorales de un tiempo monolíticamente oculta lo veleidoso que puede resultar el pueblo, lo susceptible que a ligeras corrientes del viento puede ser.

Nos falta humildad para aceptar y reconocer que un alto componente de la población que hoy enaltece la figura del expresidente López Obrador, no hace mucho lanzaba denuestos contra él y vivas para los expresidentes Peña Nieto y Calderón, ya no se diga lo mismo de los patriotas de última hora que diariamente se suben al que sospechan, es el último tren de la historia.

Es de sabios corregir, pero es necesario asumir que siempre nos podemos equivocar, nunca estamos exentos del engaño de las circunstancias y las personas, por eso debemos partir en todas nuestras decisiones con pies de plomo, con cierta frialdad y no dejarnos embriagar por la arrogancia, los fracasos del pasado algo nos tuvieron que enseñar, pero parece que más bien nada.

Sin querer minar la credibilidad de nadie, ¿pero de dónde viene la infalibilidad que atribuimos hoy a nuestros políticos? ¿Es acaso en el fondo un mecanismo inconsciente para evadir la responsabilidad del riesgo de tomar nuestras propias decisiones? ¿Habrá tenido razón Erich Fromm sobre aquello de que los humanos, nos refugiamos en la política, ideología, religión o nacionalidad para no ser nosotros quienes tengamos que explicar y rendir cuentas de nuestro destino ante el tribunal de nuestra conciencia y de la historia?

La mentira nos hace felices, pero solo la verdad nos puede hacer libres y la verdad es que los políticos también se equivocan, no reciben susurros divinos, actúan movidos por la codicia, la estulticia y los resentimientos.

Hoy, fiel al espíritu de nuestro tiempo, parecen llevados por sus emociones y afectos en la toma de decisiones políticas, más que por el punto de vista impersonal del interés del general. Vivimos una época caracterizada por el enanismo emocional y el desborde de las ambiciones políticas, el exabrupto, el lenguaje incendiario, la paranoia, al volverse espectáculo entran en la categoría de lo popular y por ende de lo bueno por ser redituable políticamente, en esa concepción retorcida que hemos construido de lo que es conveniente para la sociedad, en donde todo se sacrifica ante el altar del entretenimiento, la serenidad y la claridad de ideas es aburrida, en esa medida estamos encerrados en un callejón sin salida.

Sotelo27@me.com

Entre todos los efectos perniciosos que ha traído la polarización social, destaca el haber suministrado una falsa sensación de certeza, justicia y necesidad, que ha vuelto irreductible el discurso y posición política de cada bando.

Cada bando, cada personaje se asume como el vehículo y encarnación de un mandato providencial que va más allá de la razón que solo se puede sentir, pero no transmitir por el lenguaje o reflexión, de otra forma no hay explicación para que el sello de esta época sea la cancelación del diálogo y el debate.

La ausencia de humildad, generosidad y altura de miras es sustituida por el rayo vengador de la voluntad del pueblo, que se ejecuta sin dilación, ni contemplación.

Finalmente, los que hoy ostentan el poder político, en una escala sin precedentes, sienten que la historia milita de su parte, su éxito electoral se los indica, su altísimo porcentaje de votación los ratifican en todo aquello que se sientan llamados hacer, los votos, que para este propósito se han convertido en la flecha del destino, no se equivoca. Y, sin embargo, lo han hecho, los ciudadanos también se equivocan, tantas o iguales veces que los políticos cometen errores, interpretar las preferencias electorales de un tiempo monolíticamente oculta lo veleidoso que puede resultar el pueblo, lo susceptible que a ligeras corrientes del viento puede ser.

Nos falta humildad para aceptar y reconocer que un alto componente de la población que hoy enaltece la figura del expresidente López Obrador, no hace mucho lanzaba denuestos contra él y vivas para los expresidentes Peña Nieto y Calderón, ya no se diga lo mismo de los patriotas de última hora que diariamente se suben al que sospechan, es el último tren de la historia.

Es de sabios corregir, pero es necesario asumir que siempre nos podemos equivocar, nunca estamos exentos del engaño de las circunstancias y las personas, por eso debemos partir en todas nuestras decisiones con pies de plomo, con cierta frialdad y no dejarnos embriagar por la arrogancia, los fracasos del pasado algo nos tuvieron que enseñar, pero parece que más bien nada.

Sin querer minar la credibilidad de nadie, ¿pero de dónde viene la infalibilidad que atribuimos hoy a nuestros políticos? ¿Es acaso en el fondo un mecanismo inconsciente para evadir la responsabilidad del riesgo de tomar nuestras propias decisiones? ¿Habrá tenido razón Erich Fromm sobre aquello de que los humanos, nos refugiamos en la política, ideología, religión o nacionalidad para no ser nosotros quienes tengamos que explicar y rendir cuentas de nuestro destino ante el tribunal de nuestra conciencia y de la historia?

La mentira nos hace felices, pero solo la verdad nos puede hacer libres y la verdad es que los políticos también se equivocan, no reciben susurros divinos, actúan movidos por la codicia, la estulticia y los resentimientos.

Hoy, fiel al espíritu de nuestro tiempo, parecen llevados por sus emociones y afectos en la toma de decisiones políticas, más que por el punto de vista impersonal del interés del general. Vivimos una época caracterizada por el enanismo emocional y el desborde de las ambiciones políticas, el exabrupto, el lenguaje incendiario, la paranoia, al volverse espectáculo entran en la categoría de lo popular y por ende de lo bueno por ser redituable políticamente, en esa concepción retorcida que hemos construido de lo que es conveniente para la sociedad, en donde todo se sacrifica ante el altar del entretenimiento, la serenidad y la claridad de ideas es aburrida, en esa medida estamos encerrados en un callejón sin salida.

Sotelo27@me.com