Impresiones
A la tendencia estética surgida en las últimas décadas del siglo XIX se le conoce como Impresionismo. Este movimiento literario originado en Francia corresponde al Impresionismo pictórico iniciado por Manet en 1863. Dicha corriente nació como una reacción contraria al realismo y se propuso, tanto en el terreno literario como en la pintura y la música, atesorar primariamente las sensaciones, restaurando una nueva era imaginativa.
Con el Impresionismo se alcanzó un avance significativo en el aspecto de liberar a los creadores del racionalismo del siglo anterior. En el vasto campo de la música, el Romanticismo había iniciado ya ese camino al separar al artista de la rigidez de las formas; este hecho liberador tomó cauces insospechados dando rienda suelta a la imaginación creadora del compositor, y a las sensaciones que los sonidos le provocaban: las modulaciones permitieron pasar de una tonalidad a otra olvidando esquemas e imposiciones.
Para los conocedores de la música construida sobre las normas clásicas, la música impresionista ofrecía una sensación disonante, pero la resistencia que encontraron estas primeras composiciones fue vencida por el talento de los autores que darían incuestionable presencia y jerarquía a esta escuela, siendo considerado Debussy el creador de dicha corriente, aun ante la posibilidad de que hubiese tenido precursores, debido a que este gran músico francés diera a la música un alto grado de elevación con sus composiciones, pudiéndose adivinar dicha influencia en la obra de sus contemporáneos. Otro compositor francés, Camile Saint Saënz autor de óperas, conciertos y poemas sinfónicos, surge también como un impresionista. Con “El Cisne” (The Swan) me tendrá impresionada hasta siempre…
En la literatura se intentaba a toda costa suprimir el elemento intelectualista a fin de que el escritor encontrara identificación con el personaje, que al ser presentado minuciosamente en la novela impresionista, se conseguía caracterizarlo para el lector.
En esta segunda mitad del siglo XIX pintores, escritores y músicos se daban cita en los cafés. Ese grupo visionario no admitido en las famosas y acreditadas academias de la época, encontraba en estos lugares un soplo de saludables influencias, y la ocasión que permitía al espíritu aflorar por todo lo alto sus consonancias. Dos ejemplos son en el Café Taranne de París, que reunía a Fantin–Latour y a Flaubert con su grupo de amigos; y el célebre Café Guerbois que pasó a la historia como el sitio donde se ventilaran las charlas y discusiones más combativas de los seguidores del Impresionismo, que por 1868–69 vivía sus días más críticos. Desencuentros que sirvieron sin duda para afianzar en el arte y la literatura el carácter revolucionario e innovador de este movimiento.
En la plástica, Edouard Manet aparece el primero. Habiendo cultivado una buena amistad con su maestro Thomas Couture, la relación se tornó al poco tiempo tormentosa. Indignado Manet a causa de las poses rígidas impuestas a los modelos, le dijo: “Pero bueno, ¿no podéis ser naturales? ¿acaso os comportáis así cuando vais a comprar un manojo de rábanos a vuestra frutería?”. Y presto, harto de sus insolencias, Couture acaba gritándole: “Amigo, si aspiras a ser el fundador de una escuela, vete a crear una a otra parte”. Y se fue…!
Cuando pinta el Bebedor de Ajenjo, Manet piensa en Charles Baudelaire. No conforme con proclamar el tema tomado del natural y descrito en su propio ambiente –la calle–, por influencia del poeta introduce en dicha obra la degradación, el vicio, la miseria... escenarios opuestos a las reglas primeras: el hombre posando formal con una gran capa. Y en los suyos inversamente, el modelo con las piernas colocadas de manera extraña dando una sensación de inquietud que molesta a su antiguo maestro, quien osa llamarle “insano” y alega que el único bebedor de verdad es el autor de esa monstruosidad.
Manet y el autor de Las Flores del Mal cuidaron su amistad por siempre. Cuando el pintor se apresta a inmortalizar a Lola de Valencia, de nuevo es inspirado por Baudelaire, quien afirma: “Estos versos han sido compuestos para servir como muestra a un espléndido retrato de Lola bailarina española”.
Con sus luces esparcidas por todas partes, el Impresionismo –como todo movimiento revolucionario– reunió a los protagonistas en la escena de la avenencia y la desavenencia. Para la posteridad han quedado esas inscripciones.
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