Este vocablo "tunal", y "tuna", su fruta, es nombre de las Islas, porque en ellas hay mucho de estos árboles, aunque la fruta no es tanta ni tan buena como la de la Nueva España.
Motolinia, 1541.
El nopal es brote de la América, de nuestra cultura, nuestra tierra. Es presencia ritual, alimento y paisaje, símbolo y leyenda. Este “monstruoso árbol de tunas” tiñe de verde y rojo los plantíos de la memoria; luego se reinventa alegrando nuestras mesas, colmando de emotividad nuestras creencias.
En los campos mexicanos “el árbol de los corazones humanos” aparece; las manos de rojos dedos, tunas rojas “como el corazón de los hombres”, el árbol de la vida y de la guerra aparece. También la tribu acampada en Chapultépec cuando Cópil, hijo de la hechicera Malinalli, va en busca de su tío Huitzilopochtli para darle muerte por haber abandonado a su madre. Pero el sobrino del sol fue muerto y su amargo corazón lanzado al lago profundo... Y Durán inscribe: “Luego que fue muerto este Cópil, en el mesmo lugar nacieron aquellas fuentes de agua caliente, y así las llaman a aquellas fuentes Acopilco, que quiere decir agua de Cópil”... Luego, el corazón de este enemigo Cópil, que quiere decir diadema, germinó en forma de nopal coronado de tunas:
Por la noche, en un sueño,
el dios se acercó y dijo:
- Sabed que el corazón cayó en una roca
y de este corazón brotó el nopal,
altar de espejos de jade,
de carnosas flores de fuego,
de flores rojas y amarillas.
Paz salivoso estrellado de espinas,
de pezones que sacian la sed de la tuna.
Id allá y alrededor de esta planta hallaréis
gran copia de plumas preciosas:
Del ave que tiene el pecho color de aurora,
de la que tiene plumaje verde azul,
del ave de agua roja.
Hallaréis un nido de plumas de quetzal.
Sembrad ahí árboles, sembrad ahuehuetes
y flores de tinta de agua,
encarnadas y blancas y amarillas.
Fundad ahí vuestro asiento y durad. *
Cuando el sacerdote del dios Huitzilopochtli ve el símbolo del guerrero sobre el nopal –tenochtli–, la tribu funda su ciudad Tenochtitlan, y permanece en ella para siempre. El culto solar vence al corazón de la luna, al culto de la luna... A lo lejos se escucha el canto de Tezozómoc recreando las antiguas imágenes: “Entre las espadañas y los carrizos, al pie de la cueva se levantaba el tunal. A la orilla de la cueva lo vieron. El águila estaba encima, alegremente erguida con alas desplegadas. Y allí comía algo; allí comía una tuna; la estaba desgarrando al comer, y cuando vio a los mexicanos el águila bajó la cabeza”.
En aquella época el uso del nopal que llamaron tunal se extendió como alimento y como medicina. Se extendió el uso del fruto que llamaron tuna. Eran buenas de comer las amarillas, las blancas, las rojas que llamaron cardonas –tlalpanochtli–, rojas del color de la sangre, del corazón de Cópil ofrenda de los aztecas. De estas y de otras usaban, y el cenzontle las usaba...
Las tunas fueron elegidas por los aztecas como símbolo de su ofrenda más grande: el corazón humano. El nopal se extendió en México Tenochtitlan, y el triunfo de los guerreros del sol sobre la luna, corazón de Cópil, se extendió dos siglos en los pensamientos; dos siglos duró en las mentes y en los corazones. Después vinieron los “conquistadores”...