/ domingo 25 de agosto de 2024

Autocomplacencia sin perspectiva

Hasta hace algunos años, los militantes de izquierda tratábamos de convencer de la irracional injusticia que comportaba el capitalismo como sistema económico en nuestro país, señalábamos el carácter explotador, depredador, la destrucción del tejido social y lazos de solidarias de sus efectos.

Usábamos el método marxista de exponer la teoría y explicarla en la praxis, no obstante, en la crítica al modelo neoliberal se planteó el argumento de un cambio de perspectiva y jamás un salto al vacío guiado por el espejismo de las ocurrencias.

Pese a todas las respuestas que se esgrimían en defensa del modelo neoliberal como el crecimiento de la inversión extranjera, crecimiento de las remesas, de las exportaciones petroleras y no petroleras, insistíamos en su crítica en donde las fallas del modelo neoliberal daban espacio para hacerlo, nunca de una manera ciega o emocional, sino desde el análisis objetivo de la realidad, la fuerza y autoridad de nuestra crítica residía en que considerábamos tener la razón, aunque no la fuerza.

Hoy, instalados en la oportunidad histórica de llevar a cabo una auténtica transformación revolucionaria, el ímpetu de ayer, fue sustituido por tibios balbuceos de cambio entrampados en la autocomplacencia que ha hecho perder tracción y perspectiva a la locomotora del cambio, que echa humo, pero no avanza.

Las cosas han cambiado desde que la izquierda creyó dejar de ser oposición, existe una crítica incesante, generalizada y destructiva, pero sin perspectiva. Sobre la percepción autocomplaciente de que todo está bien y es el mejor de los mundos posibles, subyace otra que intuye que las cosas no van también como algunos dicen.

La llamada izquierda paraestatal, secuestrada por facciones del viejo priísmo neoliberal, por medio de sus corifeos ha impuesto un tono estridente, colérico a la crítica, pero sin ofrecer perspectiva, carecen de visión de futuro, a las tareas del estado se le sustituye con desfiguros teatrales, más simbólicos que efectivos para resolver los problemas de la gente.

La crítica colérica sin perspectiva se hizo discurso transformador como pose, pero no como causa eficiente de un cambio de fondo, ya que nunca abandonó las prácticas del viejo régimen de pactar con los oligarcas del país, prueba de ello es que hoy como nunca son más ricos.

La falta de una visión de estado programática descansa en la altanería que es fruto de la autocomplacencia, lastimosamente la izquierda paraestatal concentra el resentimiento social que no necesariamente deriva en fuerza progresista, sino que, por el contrario, está más cerca de ser una fuerza conservadora.

La transición de régimen político se estaco con el desplome de la oposición que dejó sin interlocutores válidos a los ganadores, y estos no han buscado más allá de su ombligo otros representantes que le den legitimidad a su proyecto, sobrados de arrogancia que usan como fuerza motriz para imponer su voluntad a la comunidad política que es más que simples números.

Está ausencia de perspectiva progresista ha ido siendo sustituida por prácticas del pasado, esta carencia sin alternativa es ya un tanque de oxígeno para las fuerzas del viejo régimen, que antes vivían con oxígeno prestado.

Sotelo27@me.com

Hasta hace algunos años, los militantes de izquierda tratábamos de convencer de la irracional injusticia que comportaba el capitalismo como sistema económico en nuestro país, señalábamos el carácter explotador, depredador, la destrucción del tejido social y lazos de solidarias de sus efectos.

Usábamos el método marxista de exponer la teoría y explicarla en la praxis, no obstante, en la crítica al modelo neoliberal se planteó el argumento de un cambio de perspectiva y jamás un salto al vacío guiado por el espejismo de las ocurrencias.

Pese a todas las respuestas que se esgrimían en defensa del modelo neoliberal como el crecimiento de la inversión extranjera, crecimiento de las remesas, de las exportaciones petroleras y no petroleras, insistíamos en su crítica en donde las fallas del modelo neoliberal daban espacio para hacerlo, nunca de una manera ciega o emocional, sino desde el análisis objetivo de la realidad, la fuerza y autoridad de nuestra crítica residía en que considerábamos tener la razón, aunque no la fuerza.

Hoy, instalados en la oportunidad histórica de llevar a cabo una auténtica transformación revolucionaria, el ímpetu de ayer, fue sustituido por tibios balbuceos de cambio entrampados en la autocomplacencia que ha hecho perder tracción y perspectiva a la locomotora del cambio, que echa humo, pero no avanza.

Las cosas han cambiado desde que la izquierda creyó dejar de ser oposición, existe una crítica incesante, generalizada y destructiva, pero sin perspectiva. Sobre la percepción autocomplaciente de que todo está bien y es el mejor de los mundos posibles, subyace otra que intuye que las cosas no van también como algunos dicen.

La llamada izquierda paraestatal, secuestrada por facciones del viejo priísmo neoliberal, por medio de sus corifeos ha impuesto un tono estridente, colérico a la crítica, pero sin ofrecer perspectiva, carecen de visión de futuro, a las tareas del estado se le sustituye con desfiguros teatrales, más simbólicos que efectivos para resolver los problemas de la gente.

La crítica colérica sin perspectiva se hizo discurso transformador como pose, pero no como causa eficiente de un cambio de fondo, ya que nunca abandonó las prácticas del viejo régimen de pactar con los oligarcas del país, prueba de ello es que hoy como nunca son más ricos.

La falta de una visión de estado programática descansa en la altanería que es fruto de la autocomplacencia, lastimosamente la izquierda paraestatal concentra el resentimiento social que no necesariamente deriva en fuerza progresista, sino que, por el contrario, está más cerca de ser una fuerza conservadora.

La transición de régimen político se estaco con el desplome de la oposición que dejó sin interlocutores válidos a los ganadores, y estos no han buscado más allá de su ombligo otros representantes que le den legitimidad a su proyecto, sobrados de arrogancia que usan como fuerza motriz para imponer su voluntad a la comunidad política que es más que simples números.

Está ausencia de perspectiva progresista ha ido siendo sustituida por prácticas del pasado, esta carencia sin alternativa es ya un tanque de oxígeno para las fuerzas del viejo régimen, que antes vivían con oxígeno prestado.

Sotelo27@me.com