/ domingo 7 de julio de 2024

Añoranzas / ¿Bailamos?

Las primeras notas de la clásica rúbrica de la Orquesta Tampico empezaban a sonar y con “mariposas” en el estómago veíamos venir al muchacho que apresurado se acercaba a hacernos la esperada pregunta ¿Bailamos? Lo que seguía era magia pura….

El bailador te llevaba del brazo al centro del salón y atrayéndote suavemente los sentidos se conectaban en una sintonía total. El entorno no existía y te dejabas llevar por un “rito” que tenía mucho de seducción. No necesariamente había un idilio de por medio, podían ser solamente parejas de baile o simplemente amigos disfrutando de la música, moviéndose a su compás y charlando en los entretiempos. Bailar es la maravilla de la comunicación total, acuerdo de voluntades, sensualidad y placer.

Tristemente el día de hoy el ritmo ya no controla a los jóvenes bailarines porque es un acto de masas. Solamente hacen pantomimas y equilibrios en solitario, circunspectos e indiferentes que chocan constantemente con varias inmaduras criaturas que brincan sin cesar al ritmo descompasado de una música estridente. Generalmente música grabada y manipulada por un D.J. que jamás será lo mismo que bailar con la música en vivo.

Ante este despropósito, es inevitable recordar a un gran músico entrañable e inolvidable, Don Claudio Rosas. La sola mención de su nombre conjura toda una época. Excelente director y trompetista logró combinar el suave sonido de las famosas bandas estadounidenses tan de moda en los años cuarenta, con el sentimiento del sabor latino. Inspirado en los arreglos maravillosos de Gleen Miller, Benny Goodman, Tommy Dorcey, Billy May, Paul Weston y los boleros de Gonzalo Curiel, Alberto Domínguez entre muchos otros más. Mambos y guarachas interpretados exactamente igual que sus creadores. Sus legendarias rúbricas: Adiós, Frenesí y Polvo de Estellas, fueron el sello incomparable de su orquesta conformada por veinte grandes músicos.

Hace unos meses tuve la inmensa dicha de platicar con Don Caludio Rosas en un céntrico café al que solía ir todos los días a encontrarse con sus amigos que se le acercan con gran cariño y respeto para hablar de música y recuerdos... Conservaba aún en sus ojos claros la mirada del que está contento con su vida y su resultado, ya que tenía la inmensa satisfacción de haber hecho historia al regalarnos durante 68 años el inmenso placer de bailar con su legendaria orquesta.