/ domingo 4 de agosto de 2024

Alfa y omega / El poder, opio de los grandes dirigentes

El caso de Venezuela revela con nitidez hasta dónde llega la ambición de los hombres por el poder, es un ejemplo clásico de cómo se corrompe la conciencia de quienes pretenden perpetuarse en el mando, sin importarles la situación de los demás.

La historia del mundo está llena de casos similares, de dictadores despiadados que sometían al pueblo en aras de mantener su hegemonía sobre las masas, llegando incluso a creerse inmortales, seres investidos de divinidad, por herencia de los Dioses.

De entonces a la actualidad, poco han variado las cosas, vemos en todo el mundo a través de los medios, como los jefes de estado de las grandes potencias y de las más pobres también, buscan por todos los medios sostenerse en el poder, provocando graves crisis sociales que culminan en la rebelión de los pueblos.

En Venezuela, Nicolás Maduro conoció a Hugo Chávez cuando éste fue encarcelado precisamente por la lucha en el poder; en esa penitenciaría se encontraba preso Nicolás Maduro, se hizo amigo de Chávez y dada su corpulencia física, lo defendió de los peligros de aquel mundo de delincuentes.

Chávez salió libre, se convirtió en dictador de ese país, liberó a Maduro y lo inició en los laberintos del poder.

Cuando fallece Chávez en el 2013, pasó lo lógico, Maduro lo sucedió, se convirtió en Presidente de Venezuela y con el tiempo las mieles del poder le empalagaron la conciencia y por decisión propia se alzó en dictador disfrazado de demócrata. Hoy, ante la fuerte presión del pueblo y de las críticas mundiales, Maduro quiso dar un matiz de democracia a su gobierno y convocó a elecciones, solo que no esperaba que la gente en masa votaría por el candidato opositor.

El pasado domingo, millones de venezolanos salieron a manifestar su voluntad en las urnas y en un franco repudio a la catastrófica política de Maduro, de acuerdo a la opinión de observadores no dependientes del gobierno, a todas luces fue una aplastante derrota para Nicolás Maduro.

Increíblemente, no había pasado ni una hora del cierre de casillas y de urnas, cuando la autoridades electorales de Venezuela anunciaron el triunfo de Maduro.

El pueblo venezolano se enardeció ante lo que calificaron como un burdo fraude y por supuesto se lanzaron a las calles aledañas al Palacio de Miraflores, sede del poder del país petrolero, lanzando voces de protesta contra Maduro.

Hasta el viernes pasado se contabilizaban 12 muertos y más de mil protestantes encarcelados, todos ellos gentes del pueblo, personas que durante el mandato de Maduro han sufrido terribles padecimientos emanados de la pobreza en que han caído.

Mientras Nicolás Maduro persiste en sostenerse en el poder, en la Organización de Estados Americanos, la OEA, la mayoría de los representantes de los países que la conforman, han determinado pedir su encarcelamiento, antes de que se produzca una masacre de gente inocente.

En fin, es la ambición desmedida de muchos seres humanos, que quizá, como antes, se consideran a si mismos, hijos de los dioses, etéreos, intocables.

P.D.- El poder es como una droga para los políticos, una vez que lo prueban, prefieren morir antes que dejarlo.

El caso de Venezuela revela con nitidez hasta dónde llega la ambición de los hombres por el poder, es un ejemplo clásico de cómo se corrompe la conciencia de quienes pretenden perpetuarse en el mando, sin importarles la situación de los demás.

La historia del mundo está llena de casos similares, de dictadores despiadados que sometían al pueblo en aras de mantener su hegemonía sobre las masas, llegando incluso a creerse inmortales, seres investidos de divinidad, por herencia de los Dioses.

De entonces a la actualidad, poco han variado las cosas, vemos en todo el mundo a través de los medios, como los jefes de estado de las grandes potencias y de las más pobres también, buscan por todos los medios sostenerse en el poder, provocando graves crisis sociales que culminan en la rebelión de los pueblos.

En Venezuela, Nicolás Maduro conoció a Hugo Chávez cuando éste fue encarcelado precisamente por la lucha en el poder; en esa penitenciaría se encontraba preso Nicolás Maduro, se hizo amigo de Chávez y dada su corpulencia física, lo defendió de los peligros de aquel mundo de delincuentes.

Chávez salió libre, se convirtió en dictador de ese país, liberó a Maduro y lo inició en los laberintos del poder.

Cuando fallece Chávez en el 2013, pasó lo lógico, Maduro lo sucedió, se convirtió en Presidente de Venezuela y con el tiempo las mieles del poder le empalagaron la conciencia y por decisión propia se alzó en dictador disfrazado de demócrata. Hoy, ante la fuerte presión del pueblo y de las críticas mundiales, Maduro quiso dar un matiz de democracia a su gobierno y convocó a elecciones, solo que no esperaba que la gente en masa votaría por el candidato opositor.

El pasado domingo, millones de venezolanos salieron a manifestar su voluntad en las urnas y en un franco repudio a la catastrófica política de Maduro, de acuerdo a la opinión de observadores no dependientes del gobierno, a todas luces fue una aplastante derrota para Nicolás Maduro.

Increíblemente, no había pasado ni una hora del cierre de casillas y de urnas, cuando la autoridades electorales de Venezuela anunciaron el triunfo de Maduro.

El pueblo venezolano se enardeció ante lo que calificaron como un burdo fraude y por supuesto se lanzaron a las calles aledañas al Palacio de Miraflores, sede del poder del país petrolero, lanzando voces de protesta contra Maduro.

Hasta el viernes pasado se contabilizaban 12 muertos y más de mil protestantes encarcelados, todos ellos gentes del pueblo, personas que durante el mandato de Maduro han sufrido terribles padecimientos emanados de la pobreza en que han caído.

Mientras Nicolás Maduro persiste en sostenerse en el poder, en la Organización de Estados Americanos, la OEA, la mayoría de los representantes de los países que la conforman, han determinado pedir su encarcelamiento, antes de que se produzca una masacre de gente inocente.

En fin, es la ambición desmedida de muchos seres humanos, que quizá, como antes, se consideran a si mismos, hijos de los dioses, etéreos, intocables.

P.D.- El poder es como una droga para los políticos, una vez que lo prueban, prefieren morir antes que dejarlo.